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martes, 16 de agosto de 2011

Encofrados para suelos de plantas: Puesta en obra.


PUESTA EN OBRAS

Como veníamos diciendo, en primer lugar se colocarán las carreras adosadas a los encofrados de las vigas y seguidamente las viguetas, si hay necesidad de ellas. Una vez efectuado todo ello, se colocarán las costillas del tablero, que van de canto. Las dos costillas primera y última del encofrado de losa, van clavadas a las vigas, por lo que reciben el nombre de costillas de carrera. Irán, pues, como decimos, clavadas a los barrotes del tablero lateral de los encofrados de las vigas.

Estas costillas suelen situarse a distancias pequeñas, de unos 50 cm, aproximadamente, ya que el peso de la losa, como venimos repitiendo, suele ser de consideración.
Si hubiera necesidad de empalmar costillas, se efectuaría este empalme sobre una de las viguetas, nunca entre el vano que queda entre dos de ellas.

Las costillas se fijan a los tableros laterales de los encofrados de las vigas, pudiendo hacerse desde fuera, clavando los clavos inclinados, o clavarlos por dentro del encofrado de la viga. Según se use una forma u otra de clavado, así habrá de procederse también de forma diferente a la hora de desencofrar. Si los clavos fueron clavados por fuera, al desencofrar es fundamental quitar primero esos clavos para poder desprender la costilla correspondiente. Si fue clavada la costilla desde el interior del encofrado de la viga, para sacar al desencofrar, basta con tirar de ella en el sentido perpendicular a la viga, y quedará arrancada del clavado que la unía al encofrado de aquélla.

Ya tenemos, pues, las costillas dispuestas. Se procederá a la puesta de las tablas del tablero. Previamente habrán sido cortadas estas tablas a su justa medida. Comenzaremos por colocar las dos tablas extremas, perfectamente normales a las costillas, las cuales nos servirán de guía. Estas dos tablas extremas se clavarán con clavos gruesos. El resto de las tablas no necesitan una gran clavazón. Cuando se vaya hormigonando, quedarán perfectamente adheridas a las costillas.

Es fundamental, como decíamos, que las tablas estén cortadas en su justa medida, ya que deben quedar enrasadas con ¡os bordes superiores de los tableros laterales del encofrado de las vigas sobre las que se apoya la losa de hormigón.

En la figura 91, para mejor comprensión del lector de todo ¡o expuesto, se muestran las disposiciones de viguetas, costillas, etc., de un encofrado de losa. Hemos suprimido el tablero para poder apreciar mejor cada una de aquellas piezas. 



Encofrados para suelos de plantas: diferentes clases de suelos.


DIFERENTES CLASES DE SUELOS

Los suelos que constituyen las diferentes plantas de un edificio pueden ser de muy diversa naturaleza, y son muy variadas las formas de obtenerlo. Así podemos construir un suelo con una losa armada sencilla apoyada sobre pilares y vigas, o sobre muros de fábrica, etc. Un suelo de este tipo, lo podemos ver en la figura 86, cuya mitad derecha lleva la losa apoyada sobre vigas de hormigón y la otra mitad izquierda, sobre muros de fábrica de ladrillo.

Otra clase de suelo puede estar formada por una losa maciza, como la anterior, pero en forma de bovedilla, la cual puede tener toda ella el mismo espesor o puede ser mas gruesa en las entregas (figuras 87 y 88).

Otra clase de suelo es la que representamos en la figura 89, constituido por losas con nervios o vigas en T. Este tipo de suelo se puede, a su vez, dividir en suelos nervados sin cuerpo de relleno, que es el que representamos en la citada figura 89, y suelos nervados con cuerpos de relleno, que mostramos en la figura 90. Este relleno suele estar constituido por piezas cerámicas, tales como ladrillos corrientes, piezas aligeradas de formas muy diversas, bloques huecos prefabricados con materiales de poco peso, tal como el yeso, carbonilla, hormigón de piedra pómez, etc. 

Otra clase de suelos es la de ladrillo armado, que puede tener o no una capa de compresión de hormigón. En esta clase de suelos, los ladrillos «cargan» con las fatigas de compresión. Como su nombre indica, lleva unas armaduras para formar los nervios cerámicos.

Otra clase de suelos es la de ladrillo armado, que puede tener o no bricadas fuera de la obra, en taller. Con ello se ahorra buena cantidad de madera en el encofrado, aunque, claro está, tienen el inconveniente del traslado, la elevación y la colocación en obra, operaciones todas harto engorrosas. Indudablemente, la vigilancia en la buena marcha del hormigonado, es mayor que en cualquier otra clase de obra. Otro inconveniente suele ser el peso de estas piezas, el peligro de roturas, etc. 


Como puede apreciarse por todo lo expuesto, es muy necesario que el oficial encofrador conozca perfectamente la clase de suelo que se le encomienda encofrar, pues según se trate de uno u otro, así tendrá que operar en consecuencia. En unos casos tendrá que encofrar absolutamente toda la superficie del suelo, en otros tendrá que encofrar parcialmente, en tramos, etc. Según los materiales a emplear en el relleno, o en la losa, así tendrá luego que tener presente para proceder a colocar un encofrado más o menos resistente, con apeos muy tupidos o más separados. Por lo tanto, es muy conveniente que tenga ideas muy concretas acerca de los pesos de los diversos materiales que van a entrar a formar parte de los suelos que le han encomendado encofrar. En todo caso, nunca estará de más que lleve unas ligeras notas acerca del peso por metro cuadrado de los diferentes materiales más usuales, y que puede encontrar en cualquier libro de construcción.

viernes, 12 de agosto de 2011

Encofrado de Muros: Taller, replanteo y puesta en obra


TALLER

Las medidas de esta clase de moldes deberán tomarse con extremo cuidado, ya que habrá que tener presente que estos encofrados son para obtener «huecos» y por lo tanto las medidas exteriores del tablero serán las que se produzcan en la obra una vez hormigonadas.

Estas dimensiones, pueden variar muy ligeramente, según dispongamos en obra los tableros del molde. En la figura 82 vemos que el tablero de arriba (dintel, si se trata del molde para una puerta) se apoya en los dos laterales (jambas). Esta manera de encofrar dificulta algo el posterior desencofrado de la pieza. Mejor para desencofrar es la manera de clavar el tablero correspondiente al dintel que se muestra en la figura 83, y que se obtiene al clavar uno de los extremos a la cabeza del tablero de la jamba y lateralmente al otro. De esta forma, se pueden retirar los encofrados más fácilmente. 



REPLANTEO.

Colocado ya el tablero interior del encofrado del muro, se procede sobre él al replanteo del hueco que nos interesa obtener. En este replanteo hay que tener también en cuenta, como sucedía con el muro, que tendremos que situar las tablas de aguante o carcelillas de manera que encajando los tableros de encofrado del hueco queden éstos en su lugar exacto. Por tanto, estas carceIiIlas se clavarán a una distancia entre sus bordes exteriores que será la del hueco a obtener disminuida en dos gruesos de tabla, correspondiente a los tableros del molde y disminuida también por otros dos gruesos más, correspondientes al embarrotado de dichos tableros. En la figura 84 vemos una carcelilla con las dimensiones indicadas



PUESTA EN OBRA 



Una vez clavadas las tablas de las carcelillas, procederemos al encaje del molde que va a determinar el hueco de puerta, ventana, etc. Los tableros del molde, que han sido ejecutados totalmente en el taller, sé irán introduciendo junto a las tablas de aguante correspondientes, para lo cual se habrá tenido presente clavar los codales separados un grueso de tabla del borde interior, para que no coincidan con las tablas de las carcelillas.

Efectuado el encaje de los tableros, se procede a colocar los refuerzos, tales como jabalcones, para resistir el empuje de la masa de hormigón.

Una vez terminado todo esto, ya estará listo el molde del hueco para recibir el tablero correspondiente al encofrado exterior del muro.

Para mayor claridad de todo lo expuesto, puede estudiarse la figura 85, que representa el encofrado de un hueco de ventana.

Soluciones de continuidad en el hormigonado de Muros: Huecos.


Puede suceder que el paramento del muro a encofrar no sea continuo, cerrado, sino que presente alguna
abertura, tal como una ventana, puerta, etc. En este caso, naturalmente, hay que tener en cuenta que también los huecos, hay que utilizar tableros estos «huecos» deben preverse en los
encofrados.

Así como el muro o pared se encofraba colocando las costillas, luego tabla a tabla, en el caso de encofrar los huecos, hay que utilizar tableros ya preparados en el taller, con las medidas justas, de modo que tan sólo se procederá a su colocación.

Estos tableros, como han de sufrir empujes de cierta importancia, debidos a la masa de hormigón, deberán ir embarrotados como un tablero cualquiera.

 

jueves, 14 de julio de 2011

Precauciones antes de hormigonar.


Durante todas las operaciones de encofrar, habrán caído suciedades al fondo del molde que es necesario limpiar antes de verter la primera capa de hormigón. Como ya vimos en los pilares, también aquí se suelen ensayar unas ventanas de limpieza, para extraer de ellas cuantas pequeñas cosas hayan caído en el suelo. Una vez efectuada esta limpieza, se cierra bien La abertura, para que por ella no pueda salir al exterior el hormigón vertido ni tan siquiera el mortero.

Sí los muros tuvieran una altura superior a los tres metros, es conveniente también hacer ventanas de hormigonado. No es conveniente echar el hormigón desde una altura considerable, ya que con ello los materiales se disgregan. Los gruesos (grava), por ser más pesados, caen antes, y los finos (mortero) caen después, formándose unas capas irregulares de malas mezclas. Si el muro es lo suficientemente ancho para permitir que un peón palee de nuevo el hormigón hasta darle la debida homogeneidad, no hay peligro. Pero si esto no sucede, el hormigón no será de buena calidad.

Por eso decimos que es muy conveniente dejar a alturas de unos tres metros unas ventanas para el hormigonado, con el fin de que no suceda esa disgregación de que hablábamos. 

Otra de las precauciones que suelen tomarse antes de hormigonar es la de darle una mano a los tableros por su parte interior con gas-oil o aceite quemado, llamado así al que se saca de los motores de los automóviles o de los camiones después de que éstos lo han utilizado en la lubrificación. Con este pintado, se evita que el hormigón «se pegue» al tablero y quedan los paramentos de obra más lisos y sin desconchados.

lunes, 11 de julio de 2011

Encofrado de muros: Replanteo, ejecución, número de castillas necesarias, carreras.


Se distingue este tipo de encofrados del resto de los estudiados hasta ahora porque en ellos se emplean tableros de grandes dimensiones, en consonancia con las también considerables dimensiones que adquiere este tipo de obra, al contrario de lo que suceda en el caso de pilares y vigas, caracterizadas por su estrechez y longitud. Aquí, en cambio, en el encofrado de muros y paredes, habrá de disponer de tableros grandes en consonancia con la obra a ejecutar.

Replanteo
Una vez hormigonado el cimiento sobre el cual se va a asentar el muro que tratamos de encofrar, se procede, sobre el enrasado de aquél, a replantear o delimitar el nuevo encofrado. Tendremos muy en cuenta que no conviene dejar endurecer totalmente el hormigón de enrase de cimientos, para poder dejar <<agarrados>> los clavos y tablas que forman la carcelilla o tablas de sujeción de la base Inferior del encofrado. Estas carcelillas se situarán de la manera siguiente:

Fijado el eje del muro a encofrar, las tablas de sujeción de la base Inferior no irán a una distancia de ese eje igual a la mitad del espesor del muro, ya que hay que tener en cuenta, además de éste, gruesos de tabla y anchos de las tablas que forman las costillas.

Así, pues, y fijándonos en la figura 68, que muestra una planta, tenemos, si llamamos e al espesor del muro, g al grueso de tabla y c al ancho de costilla:
Separación entre tableros = e + 2.g + 2.c
y lo que tenemos que alejarnos del eje del muro: e/2 = c + g.

Para este tipo de <<carcelillas>> se emplea la misma tabla de encofrar, teniendo, pues, por escuadria 2,5 x 10 centímetros.

Ejecución

Es corriente que, una vez clavadas las <<carcelillas>>, se proceda e sujetar las costillas, sobre todo las extremas del encofrado y varias del centro. Para ello se procederá a su aplomado con toda precisi6n y se le clava un tornapuntas para su afirmado, Es fundamental, repetimos, el perfecto aplomado de estas costillas que ahora situamos, ya que en ellas se van a apoyar todas las operaciones sucesivas, Para mayor seguridad, se clave horizontalmente una tabla en la parte .superior de las costillas, que les da mayor rigidez e impide que se separen, inclinándose, del plano que forman sus aristas interiores (cara del muro).

En la figura 69 vemos una tabla de aguante de pie, o carcelilla, con dos costillas ya aplomadas y una de ellas con un tornapuntas pare erriostrarla verticalmente, También se ha dibujado una riostre horizontal en la parte superior para evitar que las costillan venzan.

Los tornapuntas van clavados por su extremo superior, como ya hemos visto, por dos clavos a la cabeza de las costillas. Por le parte inferior, que se corta en bisel, debe afianzarse bien al suelo, o también puede clavarse una tabla que ya habremos dejado recibida en el hormigón del suelo para esta misión, Si todo ello, es decir, si no se hubiera dejado previamente clavada una tabla en el hormigón para sujetar el extremo del tornapunta, también podernos obtener ese rigidez mediante el clavado de una tabla o mejor un cuadradillo. 

En la figura 70 vemos un tornapuntas cuyo pie va clavado a la tabla que previamente se ha embutido en el hormigón, y en la figura 71 vemos el caso en que no tuvimos esa previsión o nos convino mas establecer e1 triángulo de rigidez mediante un cuadradillo. En fin, en cada caso particular y según los elementos con que se cuenten, asi, dispondremos el arriostramiento de las costillas. 


Número de castillas necesarias 

No podemos dar una regla o fórmula que dé la solución a este problema. El número de costillas a disponer para que los tableros queden bien seguros ante los esfuerzos que deben soportar viene en función del espesor del muro, altura del mismo, forma de hormigonado, empujes que se suponga habrán de originarse antes de que el hormigón pueda «valerse por sí mismo», etc.

Como una regla general que ha sancionado la práctica, se suele colocar una costilla cada 60 6 70 cm. Ello es suficiente en casi la mayoría de las obras de este tipo.

En cuanto a los tornapuntas, no siempre suele ser necesario disponer uno en cada costilla. Bastará con colocar un tornapuntas cada dos o tres costillas, incluso menos. Claro que si se trata del encofrado de un muro de considerable altura y se va a hormigonar también en alturas grandes, convendrá que los tornapuntas estén más juntos para mayor refuerzo. También tendremos que disponer de mayor número de tornapuntas en el caso de tratarse de un muro grueso.

Si por economía de obra, o por otra circunstancia, la separación entre costillas fuera superior a los 70 cm, habría que procurarse alguna manera de impedir que las tablas del encofrado se alabeasen o flexionaran al recibir el empuje del hormigón, produciendo en el muro las feísimas  <<Barrigas>>, que son de un efecto deplorable y cuya corrección no es1 naturalmente, muy ortodoxa, ya que hay que andar repicando el hormigón sobrante, enluciendo después, etc. Se impone, pues, una seria vigilancia de las costillas y de los tornapuntas. Claro que todavía no hemos descrito la función que realizan los atirantados y que también impiden que los tableros se abran.

Puede sucedemos que no tengamos suficientes tablas para proceder a colocar un número de costillas que nos permita estar seguros del encofrado. 

Esto no debe importarnos demasiado si tenemos, en cambio, medias tablas o trozos de tablas de longitud suficiente para poder efectuar empalmes con ellas y obtener así las costillas que nos son necesarias
para disponer una cada 70 cm como máximo. Para ello deberemos tener en cuenta, en primer lugar, la
forma de solape que debe darse a los empalmes, y en segundo lugar, pero no por ello menos importante, el  punto del encofrado donde cae ese solape o empalme. En las figuras 72 y 73 vemos dos formas de solape. 

La primera (figura 72) no ofrece garantía alguna, por tener poca superficie de contacto. La segunda (figura 73) es más correcta, Indudablemente, cuanto mayor sea la longitud solapada, tanto mejor.

Aun en el caso de que efectuemos un buen solape, tal como se muestra en la figura 74, no por ello
deberemos darnos ya por satisfechos.

Estos solapes no deben hacerse en cualquier punto, en cualquier altura. Si se colocara entre dos carreras, ante el empuje del hormigón, servirían de bien poco. Por eso hay que situar esos empalmes <<precisamente>> a la altura de una carrera, En las figuras 74 y 75 vemos cómo debe situarse este solape.

Carreras

Van clavadas a las costillas y suelen colocarse incluso sin necesidad de colocar primero los ejiones. No obstante, siempre es más recomendable colocar primero los ejiones, ya que con ello quedan mejor situadas y apoyadas las carreras. Naturalmente, antes de comenzar el clavado de las carreras, ya se habrán puesto algunas tablas. Se dispondrá así el trabajo.

Se pondrán los ejiones de la primera hilada, dos o tres tablas del encofrado y luego ya la primera carrera, que quedará, pues, situada a corta altura del suelo. Ello es muy conveniente, por ser, precisamente, donde el encofrado sufre mayor empuje a la hora del hormigonado. Luego tomaremos el alambre de atirantar, utilizándolo, como en los casos anteriores, para sujetar los tableros y procurar que no se abran por efecto del empuje del hormigón. Este alambre de atirantar se pasa por encima de Ja última tabla de encofrado ya dispuesta (en este primer caso, sobre la tercera); se coloca a continuación la cuarta tabla, procurando (el grueso del alambre tratará de impedirlo) que ajuste bien sobre la parte superior de la tercera tabla, para lo cual se golpeará ligeramente con & martillo, y una vez ya conseguido ese acoplamiento entre ambas y el alambre, se pasa por sobre la carrera y la nueva tabla y así sucesivamente. Estos alambres de atirantar se sitúan cada metro, poco más o menos, siempre sobre las carreras. 

Las carreras suelen estar constituidas por una sola tabla, en el caso de que el empuje del hormigón y los esfuerzós a soportar no sean demasiado grandes. Por doble tabla, cuando se espere que los esfuerzos sean considerables. Si los esfuerzos son grandes, se suelen emplear cuadradillos o alfajías, de sección 10 x 10.

En cuanto a la separación entre carreras, podemos aquí repetir lo mismo que se dijo cuando hablábamos del embarrotado de los pilares; en la base del encofrado del muro, la separación entre carreras suele ser pequeña, unos 40 a 50 cm (ya vimos que la primera carrera queda a Unos 30 cm del suelo); luego, esta separación va en aumento, ya que en la parte alta el empuje va decreciendo con la altura y el empuje a soportar es menor. Por eso se llega a separaciones de 1 metro y algo más.

Como tanto las carreras como los atirantados ejercen la misma función, que es la de evitar que los tableros se separen o abran, si disponemos un gran número de atirantados podemos, a cambio de esto, disminuir la escuadría de las carreras. Pero como norma general, podemos disponer de un atirantado con alambre de unos 3 a 3,5 mm de diámetro cada 70 a 100 cm; se pondrá a 70 cm, en los casos en que estemos encofrando muros de cierta altura o de espesor considerable.

La forma de atirantado ya la vimos cuando tratamos de los pilares, es decir, se ¡es da «garrote», que equivale a decir que por la mitad del tirante se introduce una barra y se gira, de manera que al arrollarse sobre sí mismo, va disminuyendo su longitud y aproximando los tableros hasta la posición deseada.

También puede tensarse el alambre mediante el acuñado exterior. Claro que al efectuar esta operación, los tableros tienden a vencerse hacia el interior, disminuyendo su separación. Esto se evita siempre mediante la colocación de unos codales precisamente en las cercanías del atirantado. Estos codales estarán cortados a una longitud que es exactamente la anchura o espesor del muro. De esta manera, y dada la rigidez de los codales, este ancho permanece invariable.

A la hora de hormigonar, y conforme la altura del hormigón va llegando hasta los codales, éstos se estiran, ya que no deben quedar embebidos en la masa de hormigón, y además, porque ya no son necesarios, puesto que el hormigón empuja los tableros hacia afuera y los mantiene separados. En cambio, los alambres de atirantar sí que quedan embebidos en la masa de hormigón y, cuando se efectúe el encofrado, hay que tener cuidado de recortarlos bien para que no queden <<flecos>>.

miércoles, 29 de junio de 2011

Encofrado de vigas.


Las vigas son las piezas horizontales que descansan sobre los pilares, o bien sobre muros de mampostería, fábrica de ladrillo, etc. Su encofrado consiste, en términos generales, en dos tableros laterales y uno de fondo.

Para su mejor estudio, las dividiremos en:

a) Vigas ligeras, medias y gruesas, tal como hacíamos para el estudio de ¡os pilares.
b) Según el Jugar que ocupan en el conjunto de la edificación: en vigas de fachada, interiores y exteriores.

Para todas estas vigas rigen ciertas normas generales, que podemos definirá sí, en términos generales:

Los tableros laterales tienen la anchura de ¡a altura de la viga aumentada en un grueso de tabla, ya que el tablero de fondo, va siempre entre los laterales.

Los tableros de fondo suelen ser muy ligeros, ya que la resistencia del mismo se confía a los apeos.

Los tableros del encofrado de una viga descansarán totalmente sobre la cabeza del encofrado de los pilares.


En la figura 57 vemos los elementos que constituyen el encofrado completo de una viga.


Pasemos ahora a exponer las distintas formas en que se nos puede presentar una viga. 


lunes, 27 de junio de 2011

Encofrado de pilares de pórtico.

Hasta ahora hemos visto la forma de encofrar pilares «suelos», es decir, en que al calcularse que las vigas que descansan sobre ellos van sencillamente apoyadas, se hormigonan por separado: pilares primero, vigas después. Se encofra, pues, el pilar, se hormigona en una o en varias etapas y transcurrido cierto tiempo (el que rige en el ritmo impuesto a la obra para su buena marcha) se encofra la viga y se hormigona ésta.

Pero un pórtico es la pieza de obra de hormigón en que pilar y viga van unidos entre sí «rígidamente», sin solución de continuidad y donde los esfuerzos a soportar son muy distintos a los que ya sabemos rigen para las vigas simplemente apoyadas. En los casas de pilares y vigas, aqu& lbs trabajan principalmente a compresión, por las cargas transmitidas hasta ellos por las vigas. En cambio, en los pórticos o estructuras aporticadas, los pilares, también llamados jambas, están sometidos a esfuerzos de flexión, en las bases de pilares aparecen esfuerzos horizontales, etc.

Todo lo anteriormente dicho trae como consecuencia lógica el que la sección transversal del pIlar o jamba, no sea la misma en toda la altura del mismo. Y mientras tres de sus caras en una misma jamba son ver ticales, la cuarta, que es la inferior al pórtico, suele estar inclinada hacia adentro, de manera que en la parte superior tiene rAhás sección que en el pie.

Taller 



Podemos casi admitir aquí cuanto dijimos en materia de pilares en las páginas anteriores. La diferencia estriba en que dos tableros tienen una forma de trapecio, en vez de ser rectangulares, como sucedía en los
casos anteriores. Esto se consigue aserrando tablas en el sentido transe versal, o de su mayor longitud, con oblicuidad para ir ganando la anchura necesaria.

Los dos tableros trapeciales no llevan barrotes y las tablas deben clavarse a las altarjías, tal como se muestra en la figura 55, que sirve para el embricado posterior.

El tablero vertical exterior, de forma rectangular, como la de un pilar normal, no ofrece dificultades. Los dos tableros laterales exteriores llevan un embarrotado bastante ligero, el suficiente para atender estrictamente a su rigidez, ya que la misión resistente no va confiada a ellos, sino a los marcos o bridas.

El tablero interior, inclinado, es también de sección rectangular, como el de un pilar normal, pero en este caso los esfuerzos que debe soportar son mayores a aquéllos, ya que tienen esta forma tan especial y al hormigonar, el hormigón trabaja sobre esa pieza considerablemente. Las distancias entre barrotes suelen ser muy pequeñas, ya que es conveniente colocarlos a distancias no superiores a los 50 cm. Naturalmente, en la parte inferior, o pie de la jamba, la separación entre barrotes será algo menor.

Otras veces, para aumentar la resistencia de este tablero se coloca una tabla, llamada por tanto «tabla de aguante», clavada a un extremo del tablero, para darle mayor consistencia.

Estas tablas «de aguante» suelen ser tablas sencillas, de las mismas que sirven para encofrar, y van tal como se indica en la figura 56. Se clavan a los tableros laterales cuando éstos no han sido cortados para darles la forma trapecial necesaria al pilar del pórtico o jamba. Como el tablero interior tiene de grueso, dos gruesos de tabla (uno es el suyo, otro el del embarrotado consiguiente), la tabla de aguante debe clavarse a una distancia de esos dos gruesos de tabla a partir de la línea de hor migón, es decir, a 5 cm de la cara del pilar, si es que el grueso de tabla es de 2,5 cm.

Para reforzar estos encofrados, suele también usarse del atirantado, del cual ya hemos hablado en el caso de los pilares y que aquí se emplea con las mismas características.

El arriostrado de las ¡ambas de un pórtico se efectúa mediante las tornapuntas, tal como ya se ha visto anteriormente.

Y en definitiva, el resto de detalles es similar a los ya descritos.



sábado, 25 de junio de 2011

Encofrado de cabezas de hongo.

Cuando una losa de techo continúa lisa, apoyada exclusivamente sobre pilares, éstos van provistos de unos capiteles que se llaman cabezas de hongo. Como las losas sin vigas han de tener un grueso mínimo de 15 cm, su encofrado ha de ser más recio que los corrientes y, por la misma razón, el encofrado de las cabezas de hongo.

Estas se componen de dos cuerpos tronco-piramidales, lo que exige un encofrado de 8 tableros: 4 correspondientes al cuerpo inferior y 4 al superior. Cada tablero tendrá forma de trapecio y sus lados habrán de biselarse para encajar perfectamente. Construir el encofrado de una cabeza de hongo es, pues, una obra maestra con la que puede lucirse un buen encofrador.

El procedimiento para el trazado, biselado y colocación de los tableros viene a ser casi igual al descrito para los cimientos tronco-piramidales de los pilares. Por lo que omitimos la descripción y nos contentamos con presentar los dibujos de un encofrado característico de estos capiteles. (Figura 54.)

lunes, 20 de junio de 2011

Altura de los tableros para los encofrados.


Como ya hemos dicho repetidamente, en los planos del proyecto nada se suele indicar, de ordinario, acerca de los encofrados, parte ésta que se deja «al buen entender de los operarios correspondientes». De ahí que el encofrador, a la vista de los elementos de hormigón que debe encofrar, deduzca las dimensiones más convenientes a dar a los tableros. Es decir, si sólo se han de hormigonar los pilares y una vez hormigonados éstos y desencofrados, proceder al encofrado de vigas u otros elementos de obra que se deban apoyar en aquéllos, la altura a dar a los tableros, puede ser cualquiera que sea, pero siempre superior a la altura del hormigonado. Con ello, efectivamente, se ahorra el corte de tablero, si los pilares son bajos, que luego pueden servir para piezas mayores. Sólo bastará a la hora del hormigonado detener éste a la altura exacta de los pilares. Pero, puede suceder, y esto es muy corriente en las obras, encofrar pilares y vigas, para efectuar un hormigonado continuo. Para ello hay que tenerlo en cuenta en los moldes.

jueves, 9 de junio de 2011

Encofrado de Pilares.


Se puede decir que el encofrado de pilares es el principal trabajo del encofrador. En toda la obra se encuentran estas unidades en gran número y dada ¡a importancia que tiene el obtener un buen trabajo, es por lo que todo buen encofrador que se estime debe poner todo su cuidado y maestría en obtener buenos paramentos en las columnas a él confiadas. Además, no es corriente, mas bien al contrario, constituiría un raro ejemplar, encontrar un proyecto de edificación en que se encontrasen ya proyectados de antemano la forma de encofrar un pilar, dimensionando sus diferentes piezas y calculando los esfuerzos a que van a estar sometidas. Así, pues, todo «se deja» en manos del encofrador, en quien se pone toda la confianza del proyectista en- este- punto.

Encofrados de los Cimientos de Pilares.


Un caso particular en el encofrado de cimientos lo constituye el encofrado de cimientos de pilares. Estos suelen componerse de dos partes:

la base inferior, que gravita directamente sobre la tierra, que suele ser un prisma de base cuadrada o rectangular, y el tronco de pirámide intermedio entre la sección del cimiento y la sección del pilar (figura 36).

Para el encofrado de la base inferior, vale todo lo explicado hasta ahora para cimientos en general, pero sin la aplicación de tirantes por ser, generalmente, la distancia entre los tableros opuestos demasiado grande. Lo dicho en el apartado dedicado a las esquinas (figura 21) es lo más aproximado a esta clase de encofrados. La diferencia únicamente estriba en que el encofrado del cimiento de pilar exige el encaje perfecta de los tableros en las cuatro esquinas. Para ello se encargan o se cortan a medida exacta tos tableros de los lados opuestos, los más cortos por lo general, cuando la base es rectangular, pudiendo sobresalir las tablas de los otros dos tableros (figura 37).

El encofrado del tronco de pirámide exige tableros inclinados que lleven bordes de apoyo con biseles más o menos agudos, según sea la inclinación del tablero. De los cuatro tableros que componen el tronco de pirámide, dos son de cepo, o sea, sin limitación lateral, y otros dos encepados, comprendidos entre aquéllos.

Los tableros encepados llevan uno o más barrotes centrales, dispuestos según la máxima pendiente del tablero, y los barrotes laterales, distanciados del borde en el releje del bisel más el espacio ocupado por la tabla de aguante (figura 38). Los biseles laterales de los tableros encepados se labran en las estas de las tablas mediante la escofina, Los laterales se trazan partiendo de sus ejes, a pesar de que el desperdicio de los recortes pueda ser mayor, pero de esta manera, un pequeiio error en la medida de la forma o de los biseles tiene menos importancia. 

 Figura 36


Figura 37


Figura 38

Trazado de los tableros
Para trazar los tableros encepados se marca un eje horizontal y otro vertical. El primero corresponde al borde inferior o de asiento del tablero,o sea, a su arista de intersección con el encofrado de Ja base del cimiento. El segundo es el eje de simetría del tablero trapecial. El borde superior tiene la misma medida que el lado correspondiente del pilar (b) (figura 39) de manera que a la derecha e izquierda del eje vertical se marcan dos segmentos iguales a b/2.

La altura del tablero (a), o sea, la magnitud que hay que marcar en el eje vertical, es la hipotenusa del triángulo rectángulo cuyos catetos son la altura del tronco de pirámide (h) y el coladizo (y) (figura 38).

El borde inferior del tablero mide lo mismo que el lado correspondiente de la base del cimiento. Con las medidas anteriores, habremos marcado un trapecio que será la plantilla de la cara interna del tablero encepado, y sirve para cortar las tablas que han de componerlo y para clavar el barrote central.

Los tableros encepados y los de cepo forman entre sí diedros obtusos, por lo que para conseguir un buen ajuste de los tableros es necesarios que el encepado lleve en sus bordes laterales un bisel adecuado. El ángulo de la sección recta del bisel se obtiene como sigue (figura 39): se dibuja el tronco de cono de modo que Ja arista de fa intersección de los tableros resulte con su verdadera magnitud en la proyección vertical. Se traza el plano RS perpendicular a dicha arista y se abate sobre el plano horizontal para deducir en su verdadera magnitud el ángulo de la sección recta del diedro c que es el ángulo del bisel. 

Una vez dibujado este ángulo se traza una paralela a la distancia del grueso de la tabla y obtenemos la medida del releje (f) del bisel. Esta se toma perpendicularmente a los lados laterales de la plantilla de la cara interna del tablero para deducir la de la cara externa. Con los datos obtenidos se marca la cara externa del tablero y ya pueden labrarse los biseles.

Al clavar los barrotes laterales, éstos deberán apartarse del borde del tablero una distancia igual al releje obtenido anteriormente, con lo que apoyarán con una arista en el tablero de cepo.

martes, 7 de junio de 2011

Tirantes para reforzar encofrados.

Para impedir la separación entre los dos tableros que forman el encofrado del cimiento, hemos visto que se utilizaban unos puntales. También se puede prescindir de éstos y colocar alambres que impiden esta separación a la hora del hormigonado. Esta operación se llama atirantado d. tableros.


En el atirantado hay que tener en cuenta que las carreras no cubren la junta de las dos últimas tablas del tablero, con el fin de que se pueda pasar luego por dicha junta el alambre de atirantar, ya que en caso contrario, habría que perforar un tablero para permitir dicho paso.

El alambre que se usa para este trabajo y que se vende corrientemente en el mercado es el alambre recocido de un diámetro entre 3 y 5 mm.

La operación del atirantado no es muy sencilla, ya que hay que tener cierta práctica en ella, pues el alambre suele «dar de s» por lo que hay que tensarlo más de una vez, hasta dejarlo bien tirante y en debidas condiciones.

En la figura 34 vemos una forma muy corriente de disponer el atirantado. La separación entre alambres depende mucho del esfuerzo que les Confiemos, lo cual también está en relación directa con la separación entre carreras, es decir, para gran separación entre carreras habrá que disponer un atirantado mayor, en cambio, si las carreras están bastante ¡untas, el numero de tirantes será menor. Como norma general, y para tener una idea de dimensionado, los atirantados se suelen disponer cada espacio que Oscile entre uno y dos metros. En la figura 35 vemos una disposición de atarantado.
Atado el alambre por los extremos, se procede a su atirantado o tensado con una barra o utilizando las tenazas, el mango del martillo, etc., girando (dar garrote) hasta que el alambre, al ser golpeado, dé un sonido claro, metálico. Si esta operación de tensado no fuera posible por existir armaduras, etc., lo mós conveniente es acuñar por el exterior del encofrado los tirantes, hasta conseguir la debida tensión. Estas cuñas se clavan luego con pequeños clavos para impedir que resbalen y se pierda la tensión dada a los alambres,

Figura 34


Figura 35

Puntales para reforzar encofrados.

Los puntales se disponen para transmitir al terreno los esfuerzos que reciben en los tableros de los barrotes, es decir, que se colocan tal y como se indica en la figura 33. Estos puntales se sitúan a distancias convenientes, según los esfuerzos que deban soportar. Es muy corriente disponer uno cada metro, poco más o menos.

Además de todas estas piezas descritas, que podemos calificar como de sistema principal de resistencia de los tableros, quedan todavía una cantidad de pequeñas piezas destinadas a «redondear» o afinar el trabajo del encofrado, para llevar los tableros a su posición exacta, ya que con la colo cación de todas las piezas anteriormente citadas, los tableros no habrán quedado en su posición exacta, De entre estas pequeñas piezas, la misión principal es encomendada e las cuñas. Estas cuñas son pequeñas piezas de madera en la forma que su nombre indica y que se introducen allí donde hace falta llevar el tablero unos milímetros o escasos centímetros más allá de donde quedó con las operaciones anteriores. Por ello se pueden introducir cuñas tanto en los codales como en los barrotes, puntales, etc.

Las operaciones de acuñado y desacuñado son sencillas, para lo cual es conveniente que uno de los planos inclinados se sus caras quede apoyado sobre la superficie que se trata de llevar a su posición exacta. Cuando la pieza acuñada queda debidamente, se procede al clavado de las cuñas, bastando para ello puntas pequeñas, ya que no es fácil que las cuñas se muevan de sus posiciones.

 Figura 33

Refuerzos de Encofrados.

El descrito anteriormente es un encofrado sencillo, en el que el empuje del hormigón no es considerable, por lo que las piezas que hemos descrito serán suficientes para no deformarse durante las operaciones del hormigonado.

Pero cuando por diversas causas, tales como la altura del encofrado, Su longitud, grueso o cualquier otra causa que motive el refuerzo de los tableros para su mejor trabajo en obra, se debe disponer de otras piezas que hagan más eficaz la labor del encofrado. Tales piezas pueden ser: los ejiones las carreras, las dobles carreras, etc.

Ejiones
Son piezas o recortes de tabla de 12 a 18 cm de largo, que se clavan en la parte superior de los barrotes extremos y uno intermedio, si el tablero tiene mucha longitud. Esta altura debe ser tal que, al colocar apoyada encima la carrera, sobresalgan unos centímetros de tablero. En la figura 31 se ve la colocación de los ejiones en un tablero. La distancia aproximada que debe haber entre ellos suele ser, aproximadamente, de unos dos metros, y a una altura de manera que las carreras aún salgan por encima de los tableros hasta unos cinco centímetros o poco mas.

Figura 31

Carreras
Estas piezas se suelen fabricar con cuadradillo también llamado alfarjia, de escuadrías de 8 por 8, 10 por 1O ó 12 por 12, según los casos, utilizando los de mayor escuadría para los tableros que deban soportar grandes esfuerzos. La misión de estas piezas es la de dar solidez a los tableros en sentido horizontal, es decir, que el esfuerzo que soporta el tablero a causa de la presión del hormigón, se transmite a las carreras, las que, a su vez, lo transmiten a los barrotes, de los que, finalmente, pasan estas cargas al terreno.

En los encuentros de tableros de las esquinas por lo general las carreras se cruzan, es decir, sobresalen del tablero varios centímetros, de manera que se refuerzan con unas tablas que impiden la deformación de los tableros al hacer de tope entre las carreras En la figura 32 vemos un pequeño detalle de cuanto decimos.
Una vez colocados los ejiones, se presentan las carreras, se las presiona fuertemente y se van clavando a cada barrote con clavos de gran longitud (hasta unos 70 milímetros).

Si colocásemos dos tableros para la construcción de un encofrado de cimientos, afirmados y afianzados por los barrotes, este paralelismo difícilmente podría mantenerse en cuanto tuvieran que soportar los esfuerzas del hormigonado e incluso cualquier Otro esfuerzo que tendiese a deformarlos, tales como apoyo de los operarios, empuje de las carretillas al verter el hormigón, etc. Para conseguir la indeformabilidad de los tableros en cuanto a la separación de los mismos se refiere, se emplean las ataduras de alambre, llamadas latiguillos, y que sirven para impedir que los tableros se separen, y los codales, que son unas piezas de madera que tienen la longitud igual a la anchura del encofrado, es decir, de la pieza a hormigonar. Estos codales impiden que los tableros se venzan hacia dentro, disminuyendo, con ello, el ancho de cimentación. Se disponen codales en el fondo del encofrado, en la parte mediana y en la superior, que se suelen quitar conforme va subiendo la masa del hormigón. Los latiguillos se quedan n el encofrado hasta que el hormigón ha fraguado y se desencofra, cortándolos a ras de la superficie del hormigón, lo que en algunas regiones suelen llamar desbarbado. 

 Figura 32

Puesta en Obra - Encofrados.


Antes de llevar al punto de empleo los tableros, hay que asegurarse bien de que las zanjas para los cimientos estén no sólo abiertas, sino en las condiciones que convengan al encófralo. Es decir, que no bastará que la zanja sea la indicada en los planos para las dimensiones que debe de tener el cimiento una vez terminado., sIno que tendrá la anchura y profundidad que haga fácil y conveniente la colocación del encofrado calculado.

Porque, indudablemente, todo encofrado necesita un cálculo y un estudio racional, no una improvisación, a lo cual están muy acostumbrados los que se llaman a sí mismos encofradores.

Una vez, repetimos, que estén las zanjas abiertas conforme a las necesidades del encofrado, procederemos a preparar los diversos materiales que son auxiliares del encofrado, tales como codales, puntales, tornapuntas, carreras y alambre de atirantar. También es conveniente tener preparados algunos tacos de madera, cuñas, etc., además de, naturalmente, los clavos que hayamos elegido como los más idóneos.

Tomaremos, como primera operación, un tablero que, cogido por los extremos, lo llevaremos al lugar que debe ocupar. Puesto así provisionalmente, veremos d6nde conviene ir clavando en el terreno los piquetes, midiendo a ojo la distancia de manera que luego, al colocar las tornapuntas, queden éstos con la inclinación media de los 50°.

Después de esta operación previa, volveremos a situar el tablero en la posición definitiva, la cual estará determinada por el replanteo de la obra (con camillas, estacas con puntas, etc.) y conforme a la planta de cimientos y a las ulteriores reformas que pudiera haber sufrido el proyecto.
Para fijar el tablero se pueden clavar unos tochos o recortes de redondo tras el tablero, por la parte exterior. Esto puede fijar la parte baja del tablero.

No teniendo estos tochos a mano, se coloca una tabla contra el tablero, en su parte inferior, por un extremo, y por la otra se clava e los piquetes que habíamos colocado en un principio, con lo que ya tendremos colocado el tablero inferiormente en la línea que nos interesa. Convencidos de que ya el tablero no puede correr hacia afuera, tendremos que operar en el aplomado del tablero. Pondremos para ello el nivel o la plomada en varios puntos para convencernos de su total verticalidad, hecho lo cual, tomaremos tornapuntas para situarlos de manera que el extremo más alto de éste se apoye en la parte superior de un barrote, clavándolo por el otro extremos al piquete.

Se colocarán cuantos tornapuntas se considere necesario para afianzar debidamente el tablero, teniendo en cuenta que son ellos los que transmiten el empuje del hormi6n obre el tablero al piquete, por lo que no deben de flexionar o pandear bajo esta clase de esfuerzo.

Los piquetes, que son preferentemente de rollizo y desperdicios, deberán estar bien clavados, ya que de lo contrario, el empuje de los tornapuntas, una vez echado el hormigón en el encofrado, desclavaría o movería los piquetes con grave peligro de la obra.

En la figura 28, se indica aproximadamente la inclinación que es conveniente dar, tanto a los tornapuntas como a los piquetes, de manera que éstos puedan soportar en buenas condiciones el empuje de aquéllos. 

Dependerá de la naturaleza del terreno al que se tengan que clavar más o menos, para realizar debidamente su trabajo. 
Figura 28

Los tornapuntas pueden ¡r apoyados contra el piquete o clavados lateralmente, tal como se ve en las figuras 29 y 30. En la figure 29 vemos el tornapuntas apuntalado contra el piquete, en tanto que en la figura 30 queda clavado lateralmente. Ambos sistemas se emplean indistintamente y son buenos.

Es también conveniente, y esto se hace en el caso en que se clave el tornapuntas al piquete, que se clava una tabla horizontal que va desde el piquete (por el otro lado en que ha sido clavado al tornapuntas) hasta la parte inferior del barrote, con lo que se refuerza la acción de los otros elementos. Ya sabemos que la figura geométrica indeformable es el triángulo y, por lo tanto, mecánicamente se construyen todas las piezas resistentes <<triangulando>> su figura.

Realizadas todas estas operaciones con uno y Otro tablero de ambos lados del encofrado, se procede a acodalar y atirantar dichos tableros para que no puedan ceder en la parte superior. 

 Figura 29



  Figura30

domingo, 5 de junio de 2011

Misión de la Clavazón en los Tableros - Encofrados.

Ya hemos indicado que los clavos tienen por misión la de hacer de varias piezas (tablas) y unos barrotes transversales, una unidad movible, transportable, sin que pueda sufrir deformaciones, alabeos ni desperfectos en las diversas operaciones a que debe de quedar sometida durante su empleo.

Donde más suele sufrir el tablero es precisamente en las operaciones para las que no ha sido destinado, tales como desencofrado, traslado, etc. Cuando se pone en obra, salvo las operaciones del encaje de las distintas piezas, la labor del clavo es bastante escasa, ya que durante el proceso de fraguado del hormigón la misión resistente del clavo es casi nula.

Por todo ello, el buen encofrador, tras de cerciorarse de la misión del encofrado en las distintas piezas de hormigón que lleva una obra, deberá saber ia clase de clavos que más le conviene emplear. Como el espesor de madera empleada en los encofrados es de 25 mm, resultará que los clavos de más de 50 de longitud saldrán al otra lado de la tabla, después de haberse hundido bien la cabeza en el barrote, por lo que se deben «doblar y remachar contra el tablero, como si tratáremos de clavarlos nuevamente en la madera. Así quedará bien clavado el barrote al tablero y a la hora de desarmarlo, en caso de que nos interese esa opearción, no hay más que enderezar el clavo y sacarlo con el auxilio de la barre de pata de cabra.

Esquinas - Encofrados.

En las esquinas (figura 21), sobre todo en el interior de la misma, quedan perfectamente encajados los dos tableros que se encuentran, ya que al disponer los barrotes extremos a dos centímetros y medio del comienzo de las tablas, que es el grosor de las mismas, se acoplarán ambas piezas, quedando, además, encajados los dos barrotes, sirviéndose mutuamente de refuerzo. En la parte exterior de dicho encofrado se deberá reforzar con tablas verticales, sí la presión que vaya a ejercer el hormigón, es grande. 

Para mayor refuerzo, se suele utilizar una segunda carrera en la parte baja del encofrado y aún cuando se tema un gran empuje del hormigón y el embarrotado sea suficiente para soportar con las debidas garantías de resistencia dicho esfuerzo, se tomará la precaución de disponer un embarrotado con tablas de canto, es decir, tal como se ven en la figura 22, ya que es sabido que la resistencia a la flexión, en nuestro caso, aumenta considerablemente con la dimensión b de la pieza. Este tipo de embarrotado se suele llamar de costillaje y costillas a las tablas así empleadas. 


 Figura 21.

Taller de Montaje - Algunas Ideas Interesantes sobre Montaje de Tableros. - Encofrados.


En el taller de montaje y preparación dispondremos de todas las herramientas necesarias y que suelen ser las mismas que figuran en un taller de carpintería de cierta categoría. Como la labor principal a realizar es la de la clavazón de las tablas, que previamente se habrán colocado en su sitio, clasificadas debidamente por sus tamaños, es muy conveniente disponer de mesas de trabajo. Estas mesas se obtienen sencillamente con caballetes y tableros, sobre los cuales iremos apoyando las nuevas piezas a fabricar.

ALGUNAS IDEAS INTERESANTES SOBRE MONTAJE  DE TABLEROS
Conocida la longitud de la pieza a encofrar, comenzaremos por buscar tablas de la medida dada. En la mayoría de los casos, tendremos que cortar la longitud de las tablas o añadir otras pare obtener la longitud exigida. Tengamos siempre presente que , como norma general, vale más añadir que cortar, si esto es posible ya que <<madera cortada, madera desperdiciada>>.

Lo más conveniente seria encontrar dos piezas de tabla de madera que su longitud total fuera la deseada, con el fin de desperdiciar el menor material posible. Una vez conseguido esto, y para obtener el ancho de la pieza, habrá que unir varias tablas por medio de barrotes, tal como se ye en la figura 17. El primer barrote no se debe colocar a tope con las tablas, es decir, que ambas cosas empiecen al mismo tiempo, 5mb que se debe clavar el barrote a un par de centímetros o tres, a lo sumo, mas allá del extremo de las tablas. Con ello se evita que los barrotes se desclaven por efecto de cualquier golpe que reciba el extremo del tablero.

Pare dar mayor resistencia a los tableros los barrotes así clavados en Los extremos se afianzaran con dos clavos a todas las tablas, lo que evitará cualquier deformación. El resto del embarrotado se suele clavar con dos clavos en las tablas de arriba y de abajo, y el resto con un solo clavo. Ello es más que suficiente para asegurar un buen tablero.

No conviene que Los clavos queden en los extremos de los barrotes o de las tablas, sino que queden desde el lugar de clavado a dicho extremo por lo menos unos dos centímetros y medio, con el fin de que si una de las tablas sufriera algún golpe o esfuerzo, no rasgase la madera.

Si al clavar un clavo se nos tuerce la cabeza, lo inmediato es sacarlo. Jamás debemos remacharlo y colocar otro nuevo junto a él. Esto seria de pésimos carpinteros. Pero el mal no quedaría ahí, sino que perjudicaríamos la tabla, ya que el clavar un clavo abrimos una herida o rasgadura en sus fibras, luego al poner otro junto a él, esta grieta aumentaría, debilitando, por tanto, toda clase de resistencia. De ahí que tablas delgadas o de mala madera tiendan a resquebrajarse por los clavos.

Las tablas a emplear en las piezas de encofrado han de ser de buena calidad, sin alabeos ni otros defectos que, al poco de usar los tableros, con la humedad del hormigón y los trabajos a que se ven sometidas en el encofrado y desencofrado, habrá que sustituirlas con grave perjuicio económico, ya que se derrocha material y mano de obra, con la natural pérdida de tiempo en la buena marcha del hormigonado, que no debe de perder el ritmo marcado.

En la figura 18, vemos un tablero conforme a las normas indicadas. Se ha dimensionado, para dar una idea sobre distancias más convenientes a que deben ir los distintos elementos que lo integran (tablas, barrotes, clavos).

Este dimensionado que damos en ¡a figura 18 no debe tomarse como regla general, ya que en cada caso particular variará ¡a disposición del embarrotado. La altura o ancho en el sentido transversal de las tablas y la presión que ejerza sobre el encofrado la masa de hormiç6n, determinarán la distancia (y por lo tanto el número) de los barrotes a emplear. Para barrotes se suele emplear escuadras iguales o poco mayores que
las empleadas para las tablas, es decir, de 25 mm X 100 o más.

 Figura 17

Figura 18

Para dar mayor claridad a nuestras explicaciones, denominaremos por barrotes extremos a los que están al comienzo y final de la pieza, aquellos que se colocan a 2,5 cm de los bordes de las tablas. A los demás, los llamaremos indistintamente centrales, interiores o intermedios.

No siempre son suficientes los barrotes para absorber los esfuerzos de flexi6n producidos por el empuje de la masa de hormigón no siendo conveniente ni económico prodigar en exceso el número de éstos. Entonces, se recurre a las carreras, que son unas tablas que se disponen horizontalmente en la parte alta del encofrado, de manera que impiden la deformación de éste, tal como se indica en la figura 19. Con este notable refuerzo, en el que además se suelen apoyar los puntales y torna puntas, se elimina el peligro de flexión.

Las carreras no van clavadas ni a las tablas ni a los barrotes, como en un principio podría creerse, sino que se sujetan con alambre de atirantar. Para dar mayor presión, entre la correa y el cable, se van introduciendo unas cuñas hasta que se consigue una eficaz tirantez. Véase la figura 20, en la que se indica esquemáticamente cuanto decimos. 

Figura 19

Figura 20

viernes, 3 de junio de 2011

Encofrados: Dimensionado.


Si el terreno es lo suficientemente consistente como para que la excavación puede mantenerse con paredes verticales, pero la cimentación queda algo por encima del pleno del terreno, habrá que emplear unos tableros pare completer Ia falta de altura, tal corno se puede ver en la figura 16. Para este tipo de encofrado <<a medias>> se dispondrán los tableros con sus barrotes de hinca, pare fijarlos al terreno. Una carrerara a todo lo largo del tablero, por su parte superior, en el cual se apoyarán los puntales y tornapuntas. De trecho en trecho se colocarán unos codales de madera que mantengan debidarnente separados los tableros para contrarrestar el empuje de los tornapuntas o puntale;. Por fo general, al encofrar, Ia separación entre tableros suele ser un poco menor que Ia marcade en proyecto, ya que por a presión del hormigón, aquéllos tenderdn a abrirse. Por lo tanto, en conveniente darfe a a un centimetro a centimetro y medio menos que a la dimensión b.

Hay que tener precaución en Ia adecuada disposición de los tornapuntas y puntales, ya que si éstos están mal colocados, fiojos o a intervalos excesivamente amplios. La presión del hormigonado (no sólo el que produzca el hormigón por si, sino el resto de operaciones anejas, tales como el vibrado de la masa, atacado, etc.) puede producir flexiones Parerales que, si en la mayoria de los casos no son peligrosas pare la obra, son antiestéticas y pueden inducir a errores en el resto de la obra de fabrica.

Si el hormigón es fluido, habré que cuidar el ensamble de as tablas que componen el tablero total, ya que si no se ha cuidado debidamente, por las grietas u holguras del entablado se colocara el mortero, reduciendo la dosflcaci6n del hormigón, produciendo chorreones en las tablas, y, lo que es peor aun, al salir la parte mas fina del aglomerado, cemento y arena, quedarán algunas coqueras en dichos lugares.

A veces, por la especial disposición de los tornapuntas, los tableros tienden a caer hacia adentro, es decir, a reducir la luz, por lo que suelen colocarse alambres que atirantan y Ile,an el encofrado a su sub. Estos tirantes reciben el nombre de latiquillos.
 Figura 16.

Naturalmente, cuanto más alto sea el encofrado, tanto mas resistente ha de ser, ya que mas presión ejercer el hormigón sobre los tableros existiendo, por tanto, más peligro de que éstos flexionen y tomen forme. En muros de cierta altura, se emplea el sistema de hormigonado por tongonadas o por capas, con lo que decrece grandemente el peligro de la flexión, a) quedar alturas de hormigonado bastante menores.

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