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miércoles, 1 de junio de 2011

Preparación de los Tableros: Encofrados.

Cuando se trata de una obra de  poca envergadura, en la cual sólo se  vayan a utilizar los tableros una sola
vez, por lo general no convendrá que  la clavazón sea excesiva. Con ello se  abreviará el trabajo del encofrador, tanto en el montaje del tablero como a la hora de desencofrar.

Si los elementos de obra exigen que el encofrado sea duradero, lo que equivale a decir que se haya de utilizar en varias ocasiones (tal es el caso de una edificación que tenga una serie de vigas de cimentación exactamente iguales), es necesario que se cuiden extremadamente los tableros, para sacarles el máximo rendimiento, ya que la economía en la obra es de notar.

Se dispondrán embarrotados para dar mayor resistencia a las piezas, con clavazón adecuada. Se pueden utilizar clavos de 26/58, poco mas o menos, para que adquiera solidez el tablero y pueda resistir las diversas operaciones de encofrado y desencofrado con las garantías de bondad exigidas a todo encofrado, si bien, naturalmente, los cimientos son menos delicados que cualquier otra pieza de la estructura.

Por lo general, los encofrados suelen prepararse en el taller, de manera que en la obra sólo se procederá a su montaje, después de ser sometidos a ligeros retoques para encajar los distintos elementos en su sitio. Cuando se trata de encofrados ligeros, éstos pueden ser preparados en la misma obra, de importancia, lo más conveniente es montar un taller de encofrado en ella misma, de manera que quedará anulado el capítulo de transportes y se facilitarán las diversas operaciones de rectificado, reconstrucción de tableros que después de un desencofrado han quedado un tanto defectuosos, pero todavía con las garantías de poderse emplear en nuevos desencofrados.

viernes, 27 de mayo de 2011

Tablas para Encofrar.



Aunque sería muy conveniente que en España se unificaran los distintos tipos de tablas para encofrado con el fin de estandarizar esto, según se ha hecho en varios países, lo cierto es que las dificultades de un normal abastecimiento y el elevado precio que ha alcanzado en el mercado la madera, empujan al encofrador a emplear cualquier tipo de tabla que le viene a mano, para lo cual tiene que emplear parte de su tiempo en operaciones que no le son propias de su oficio, aserrando, recreciendo, etcétera, las piezas de que dispone para adaptarlas a los fines que persigue.

Los gruesos de las tablas para encofrar suelen ser de 2,5 cm, que es más que suficiente para los moldes, con un ancho que debería oscilar lo menos posible de los 10 cm, y diversos largos.

Con este tipo estandarizado de tablas, se evitaría en gran manera la clasificación de la madera según los usos que se vaya a hacer de ellas, tales corno tornapuntas, bridas, embarrotados, cuñas, etc.

Pero, corno decimos, el encofrado se tiene que adaptar a los diversos tipos que existen en el mercado para sus distintos usos.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Encofrados: Nomenclatura.

Como ya hemos dicho, ya iremos indicando en cada ejemplo el tipo de clavos mas adecuados para la clavazón de las tablas. Conviene, pues, establecer un sistema sencillo y general para distinguir los distintos tipos de clavos, púas o puntas de Paris que se utilicen. Lo más corriente se que los clavos se distingan por su diámetro y longitud. Así un clavo cuyo diámetro sea de 3 mm y su longitud de 50 mm, lo escribiremos que es un clavo de 30/50, de manera que siempre el primer número indicará que ése es su diámetro medido en décimas de milímetro, y el segundo, que es su longitud medida en milímetros.

Las medidas más usuales de clavos utilizados en encofrados corrientes suelen oscilar entre los 24/50 a 30/70. En clavaz6n de pequeñas piezas suelen emplearse clavos más pequeños, tales como el 18/36, y en cambio para tableros gruesos y tacos se suelen utilizar de hasta 36/85 y aun más.

lunes, 23 de mayo de 2011

Encofrados: Clavazón.


En la técnica del encofrado el arte de clavar difiere enormemente de su homónima en la carpinteria. En ésta se busca que el clavado de las distintas piezas tenga la máxima duración, la más perfecta unión entre las piezas, ya que todo está presidido por un único fin: la duración. En cambio, en el encofrado es muy distinto. Una vez que el molde ha servido para albergar el hormigón hasta su total fraguado, es necesario desencofrar, las más de las veces desclavando, levantando las clavazones de manera que las tablas de madera sufran lo menos posible, para poder utilizarlas en otras piezas de obras similares. Por tanto, la clavazón en el encofrado busca un doble fin:

1.º La unión de las tablas para que éstas puedan soportar estrictamente los esfuerzos a que deben quedar sometidos, pero no excediéndose en que la clavazón sea mas robusta de esta necesidad.

2.° La facilidad de desencofrado. Si empleamos clavos de mayor diámetro y longitud que los adecuados (y que aproximadamente iremos indicando en los distintos casos de encofrados que presentaremos a lo largo de esta monografía), la dificultad de desencofrado crece con estas dos magnitudes, por lo que entorpeceremos la operación del desmoldeo.

viernes, 20 de mayo de 2011

Herramientas y Materiales para Realizar un Encofrado.


Las herramientas que emplea el encofrador en sus obras son muy distintas y variadas, aunque se puede decir en términos generales que son idénticas a las que puede usar el carpintero corriente en sus trabajos habituales.

En las figuras 4 a 13 presentamos las más importantes de estas herramientas, las cuales vamos a describir brevemente:

Comenzaremos por la sierra de carpintero, que está representada en la figura 4. Esta sierra, como puede apreciarse, consta de una hoja de dientes oblicuos, que al moverse sobre una misma línea, cortan la madera. 

Lleva unas empuñaduras en los extremos de la hoja, que permiten girar ésta y darle la inclinación conveniente. 

Un par de brazos y un larguero. Para tensar todo el sistema se emplea una cuerda que se arrolle sobre si misma y que se sujeta una vez bien tirante, por reducirse su longitud, al trenzarla, con un travesaño, que se pasa al otro lado del larguero, de manera que le sirve de tope.

Otro utensilio es el cepillo (figura 5), cuya finalidad, según Indica su nombre, es la de cepillar madera y rebajar ésta en los grosores que nos interesen. Está formado por un cuerpo, con una caja central, rectangular, un asidero, y la cuchilla o juego de cuchillas. Una cuña aprisiona a la cuchilla, haciendo presión con un tornillo.

El serrucho, que se ve en la figura 6, consta de un mango y una hoja grande, de forma más o menos trapezoidal, que está dentada y que corta o sierra por empuje. Con el serrucho se obtienen los aserrados de tablas, bridas y piezas pequeñas, para darles ya la dimensión definitiva y las Correcciones que sean necesarias. 

Para nivelar los encofrados y, a la vez, ser también útil en la operación de (aplomados, se utiliza el nivel de aire o de burbuja (figura 7). Este nivel en nada difiere de los que usan los albañiles, y consta de uno o dos niveles; en este último caso, uno es vertical, colocados en una caja de madera y de forma que la superficie del nivel es exactamente paralela a la cara inferior de la caja, esto es, la línea tangente al tubo de cristal (que no es cilíndrico, sino ligeramente curvado), cuando la burbuja esté centrada1 es paralela al plano inferior de apoyo de le caja.

El martillo (figura 8), además de la cabeza maciza, tendrá por el lado opuesto unas uñas que servirán para arrancar los clavos mal colocados, torcidos, etc., así como hacer algunas hendiduras en la madera. Generalmente, son de mango corto, ya que se suele llevar en el bolsillo o atravesado en pistolera, tras el cinturón.

Para guardar la verticalidad de las piezas se utiliza la plomada (figura 9), que consta de un plomo (esto no quiere decir que el cuerpo pesado que lleva en la punta sea de metal llamado así, ya que habitualmente suele ser de hierro) y un hilo. El plomo va en un extremo y por el otro del cordel se suele colocar un ojo, es decir, una pieza metálica, cuadrada, cuyo lado es el mismo que el diámetro del plomo, que suele ser de forma cónlca. De esta forma, para aplomar una tabla, se apoya uno de los lados del ojo contra dicha tabla y el plomo debe de rozar la tabla. Basta hacer esta operación en puntos distintos pare aplomar la pieza.

La barra de pata de cabra (figura 10) es una pieza maciza de hierro de unos 35 a 45 cm de longitud, una de cuyas puntas, como se ve en te figura, esté curvada y que además lleva un corte o pata de cabra que se utiliza para sacar los clavos, para desencofrar, empLeéndolo a modo de palanca, etc,

El serrucho de vaciar o de calar (figura 11), es un pequeño serrucho que se utiliza para los vaciados. Consta de una pequeña hoja, muy estrecha, y el ase o mango.

El hacha del encofrado (figure 12) se utiliza en el desbaste di la madera, en aguzar y hacer hendiduras. Consta de una cabeza con hoja afilada en el mismo sentido que el mango.

La meza o martillo grande, también llamado el mazo, el macho (figura 13), etc., como su nombre indica, es un martillo de gruesa cabeza, cuya utilidad principal es la de clavar estacas y piezas en general gruesas y toscas.

Además de todas estas piezas ya descritas, no hay que olvidar las tenazas, barrenas, metro y lápiz de carpintero, la lima o escofina, le escuadre, etcétera.

Estas son, en términos generales, las herramientas usuales del buen encofrado, con los materiales necesarios para el desarrollo de su trabajo, como clavos, alambre de atar, etc. 


 Figuras 4 al 13

jueves, 19 de mayo de 2011

El Encofrado Como Ciencia y Como Arte – Construcción.


En los países más adelantados de Europa existen unas escuelas para el estudio del encofrado de obras de hormigón, en las cuales, tras dos o tres años de aprendizaje, varias visitas a obras de importancia y valiosas prácticas, se expende un título o certificado acreditativo de poseer esos conocimientos. En España, y por el momento, no se puede decir que se haya dedicado una atención especialísima, como bien merece, a la técnica del encofrado y. salvo en las obras de considerable Importancia, se deja al <<encofrador>> la preparación de los moldes adecuados. Pero este encofrador, que debería ser un técnico, la mayoría de las veces es un carpintero con pocos conocimientos del hormigón.

En la técnica del encofrado entran casi a partes iguales la ciencia y el arte: la ciencia, en cuanto toca a as partes resistentes que debe cumplir en su misión auxiliar, la facilidad de desencofrar, etc.; y arte, por el gusto en la confección de las distintas partes, el dominio de la carpintería aplicada a las necesidades que aquí se presentan.

Indudablemente, el hecho de que un obrero sea buen albañil o carpintero no puede por ello indicar que sea capaz o esté capacitado para ejecutar trabajos de encofrado dentro de las garantías que exige la técnica del mismo, sin olvidar en ningún momento lo concerniente a la parte económica, que es base de la construcción.

Debe exigirse pues, al encofrados, que domine la construcción del hormigón, los problemas que presenta, además de su maestría en el arte de la carpintería.

Por tanto, un buen carpintero montará un encofrado, si se quiere, perfecto, desde el punto de vista de su arte, es decir, con gusto, bien clavado y sus piezas bien distribuidas. Pero esto de poco nos servirá si no está calculado para resistir los esfuerzos encomendados a los moldes en los primeros momentos de ida vida del hormigón. Esta técnica constructiva es, pues, la que debe adquirir el que quiera ser un buen encofrador.
Otra parte que jamás se debe olvidar es la del desencofrado. No basta con montar un molde perfecto, desde el punto de vista técnico y mecánico, sino que hay que tener en cuenta que, una vez cumplida la misión confiada al molde y ya una vez «entrado el hormigón en su mayoría de edad), en que ya puede valerse por sí mismo, ese molde ha de retirarse con facilidad, sin operaciones complicadas, sin destrozo de madera o del material empleado, antes bien procurando sacar << totalmente íntegros >> cuantos más elementos empleados en el molde mejor, ya que con ello se rebaja enormemente el precio del encofrado y de la construcción, capítulo muy importante en toda obra. Por eso el montaje del encofrado debe estar previsto para un fácil desencofrado.

Hemos rozado de paso la cuestión del <<ahorro>> en esta materia y el lector nos perdonará si a lo largo de este libro insistimos repetidas veces en ello, ya que los encofrados en una obra representan un capítulo de gastos muy considerable, por lo que es fundamental estudiar previamente una obra antes de lanzarse alegremente a confeccionar tableros y moldes, ya que la economía obliga a utilizar <<los mismos moldes el mayor número de veces posible>>.

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