sábado, 12 de marzo de 2011

Confección del Hormigón a Mano: Aplicaciones Hormigón en Cimientos.

El hormigón, como  todo el  mundo sabe, es una  mezcla de cemento, grava  y  arena,  cuya  dosificación  varía  según  el   fin  a  que   se destine.  Los  cementos a  utilizar  son  los de fraguado  lento  y,  a  ser  posible, los denominados   cementos  artificiales Portland,  aunque  en  cimentaciones  de  no  mucha envergadura,   pueden  utilizarse  los  naturales.  Pero   lo  que  sí  discutiremos son  los de fraguado rápido  por   la   razón  de que  como  todo hormigón  necesita  un  apisonado  y  éste  lleva  algún  tiempo,  aquél  fraguaría  antes  de  comenzar  tal operación.

A continuación presentamos en la  tabla 8  las  dosificaciones más comúnmente usadas  en fundaciones  de edificios,  indicando en  las primeras   columnas  la  proporción  en  volumen;  y  en  la  cuarta   los  kilos  de  cemento  que  entran  en  tal  proporción  por  m3  de hormigón  y  en   la  última,  sus  aplicaciones.


Relación  agua-cemento

En  la confección  del  hormigón,  la  relación agua-cemento  es de vital  importancia,  ya  que  un  exceso  de  aquélla  resta  un  poco  su  resistencia  mecánica,  lo que  hace  necesario  contratar  a  obreros y  capataces  con  cierta  responsabilidad  moral,  pues  hemos  visto  muchas  veces  cómo  éstos,   llevados de  su  tendencia a  reducir el  trabajo,  de  apisonado, procuran añadir  al hormigón   la mayor  cantidad  de agua posible  y   se  impone  la  necesidad  de que  el  hormigón  sea  trabajado convenientemente  cuando  no   son  muy  manejables  por  excesivamente  secos.

Una  prueba  práctica  de la   relación  agua-cemento,  la  obtendremos  fácilmente de la  manera   siguiente. Si al   tomar un poco de hormigón  y oprimirlo con   la  mano, se  forma  una  bola y   rezume  ligeramente y conserva   su  forma al soltarla, puede admitirse que  la cantidad  de agua es  la  conveniente.

A  no   ser  en  obras  pequeñas  o  de  escasa  importancia,  en  la  actualidad no   se hace el hormigón  a mano, pero como esta práctica se sigue utilizando especialmente  en el ambiente  rural, daremos  aquí  algunas normas al efecto:

Sobre  una  pastera   confeccionada  con   tablas  o  sobre  una  chapa,  vamos volcando  ordenadamente  y  con  arreglo  a  la  dosificación  del  hormigón  que queremos  realizar,  los áridos y el cemento en   seco.

Este montón se volverá, como mínimo, tres veces al objeto de que el  cemento se mezcle  íntimamente con  los áridos, cosa  que  reconoceremos  cuando  el montón haya  tomado un color gris  uniforme. Realizando  esto se  irá  volteando,  al mismo  tiempo  que  otro obrero eche agua  en  pequeñas dosis; hasta conseguir   la pastosidad común  del  hormigón  y  que  reconoceremos  mediante   la  prueba  ya   indicada.

Las normas  alemanas  prescriben que para el volteo  en seco, se mezclará separadamente  la  arena con   el  cemento  y   luego al montón   resultante  se  le  adicionará  la grava, con lo que ya  todo  junto se procederá  a nuevos volteos.

Esto es  comprensible,  pues  si el  secreto  de  un  buen  hormigón  es   el  que  el cemento se  confunda y  mezcle  uniformemente  cuando más volteos en   seco se den  mayor  será esta  uniformidad.

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