Pero antes de echar en las zanjas las primeras tongadas de hormigón, se replanteará con sumo cuidado el lugar en que hayan de ir situados los conductos para aguas residuales, así como su altura.
Esto tiene por objeto el prever antes del mezclado de cualquier tipo de cimentación, no la colocación de los tubos, sino los huecos por donde han de introducirse los mismos, ya que, de otra manera, sería forzoso perforar la cimentación, lo que significaría un costoso trabajo además de la forzosa vibración producida por el mazo y el puntero, cosa no muy recomendable.
Estos mechinales pueden dejarse sin perjuicio para el cemento de las dos formas siguientes:
a) de madera
b) de yeso.
Los de madera no son más que un pequeño encofrado realizado mediante cuatro tablas clavadas por sus extremos y fijados en la masa de hormigón mediante el mismo.
Estos tienen el inconveniente de que, si el cimiento o la situación de los mismos es profunda, costará trabajo recuperar las tablas, por lo que nosotros siempre hemos preferido los de yeso.
Con yeso corriente, se hace un macizo cilíndrico con diámetro un par de centímetros mayor que lo que luego tenga el tubo y de igual longitud que el ancho del cemento. Una vez fraguado y endurecido el yeso se coloca en sentido transversal a la zanja y en el lugar indicado por los planos, y se hormigona tranquilamente, para después cuando convenga, perforar fácilmente, con cualquier herramienta puntiaguda, este yeso. Lo que se conseguirá a los pocos momentos, teniendo el conducto perfectamente logrado.
El que recomendamos que se haga un par de centímetros mayor que el tubo, es con el fin de contar con la holgura necesaria para introducir cómodamente después los conductos.
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