Actualmente existen máquinas que con un mínimo esfuerzo doblan el hierro automáticamente, aunque éste sea de gran calibre (fig. 81).
Esta máquina va montada sobre chasis de ruedas para facilitar su transporte a aquellos puntos de la obra en que convenga situarla. Para su accionamiento consta de un pedal y dispositivos para su mando a mano. Después de haber doblado un hierro adquiere automáticamente su posición
inicial, y puede doblarse tanto hacia la derecha como hacia la izquierda sin necesidad de cambiar su dispositivo, lo cual supone el ahorro de personal especializado en el trabajo del hierro.
Se construye en tres tipos, siendo la mayor la que es capaz de doblar en frío hasta redondos de 50 mm, siendo accionada por un motor eléctrico de 4 CV, y tiene un peso propio de 1.500 Kg.
Otras máquinas de pocas pretensiones son las dobladoras a mano, las qué, por ser de sobra conocidas no reseñamos y las que también son sustituidas por el banco de ferrallista, que es como si dijéramos lo más elemental en esta clase de trabajos.
Con un par de tablones que uniremos por medio de unas cuantas tablas y clavos, cuyos tablones fijaremos mediante puntas clavadas de oído a unas barraquetas corrientes, de andamio, formaremos un buen banco de ferrallista. Para el doblado del hierro, en uno de los extremos clavaremos unas puntas gruesas sin cabeza o mejor aún unos recortes de hierro de calibre 5 u 8 en las que se ha practicado una aguzadura, en sentido diagonal a la barra y tal como se dispone en la figura 82; para después y con los grifos correspondientes se hará el doblado. Para que el hierro se mantenga rígido convendrá situar espaciadamente y a lo largo de la varilla, unos hierros iguales a los descritos en forma de tresbolillo (misma figura).
Para el doblado de los hierros de compresión bastará hacer una plantilla, aunque en realidad y tal es la pericia de muchísimos ferrallistas que con sólo este artefacto hemos visto realizar obras de gran envergadura.
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