jueves, 14 de julio de 2011

Muros de cierta longitud.


Si los muros son de una longitud escasa, no habrá dificultad en el problema de las carreras. Pero cuando esta longitud excede de as dimensiones de aquéllas, entonces se nos presenta, como sucedía con las costillas, el problema del empalme de las carreras.

Estos empalmes pueden ir en cualquier parte del encofrado, no hay prescripción especial para ello. En cambio sí la hay para la forma de efectuar este empalme.

La forma más eficaz de hacerlo es uniendo ambas piezas a testa, no con solape, como hacíamos en el caso de las costillas. Y para evitar que por el empuje del hormigón, estas uniones, al flexionar, rompan ese empalme hay que tomar las precauciones necesarias dando cierta rigidez a la junta. Esto se consigue colocando en ella dos tablas, corno se indica en la figura 76, que evitarán, debidamente clavadas, la flexión por la junta. Todavía mejor es la forma de empalme que se ve en la figura 77.

En cuanto al empalme de las tablas que forman el molde no hay dificultad alguna, ya que se van uniendo a testa, Sólo cabrá aquí tener la precaución de reforzar con una costilla maestra el lugar donde se efectúa la junta, para evitar que el encofrado se abra bajo el empuje del hormigón.

En la figura 78 se muestra un encofrado de un muro completo, con indicación de cada una de sus partes más fundamentales y que ya hemos descrito hasta aquí. 


lunes, 11 de julio de 2011

Encofrado de muros: Replanteo, ejecución, número de castillas necesarias, carreras.


Se distingue este tipo de encofrados del resto de los estudiados hasta ahora porque en ellos se emplean tableros de grandes dimensiones, en consonancia con las también considerables dimensiones que adquiere este tipo de obra, al contrario de lo que suceda en el caso de pilares y vigas, caracterizadas por su estrechez y longitud. Aquí, en cambio, en el encofrado de muros y paredes, habrá de disponer de tableros grandes en consonancia con la obra a ejecutar.

Replanteo
Una vez hormigonado el cimiento sobre el cual se va a asentar el muro que tratamos de encofrar, se procede, sobre el enrasado de aquél, a replantear o delimitar el nuevo encofrado. Tendremos muy en cuenta que no conviene dejar endurecer totalmente el hormigón de enrase de cimientos, para poder dejar <<agarrados>> los clavos y tablas que forman la carcelilla o tablas de sujeción de la base Inferior del encofrado. Estas carcelillas se situarán de la manera siguiente:

Fijado el eje del muro a encofrar, las tablas de sujeción de la base Inferior no irán a una distancia de ese eje igual a la mitad del espesor del muro, ya que hay que tener en cuenta, además de éste, gruesos de tabla y anchos de las tablas que forman las costillas.

Así, pues, y fijándonos en la figura 68, que muestra una planta, tenemos, si llamamos e al espesor del muro, g al grueso de tabla y c al ancho de costilla:
Separación entre tableros = e + 2.g + 2.c
y lo que tenemos que alejarnos del eje del muro: e/2 = c + g.

Para este tipo de <<carcelillas>> se emplea la misma tabla de encofrar, teniendo, pues, por escuadria 2,5 x 10 centímetros.

Ejecución

Es corriente que, una vez clavadas las <<carcelillas>>, se proceda e sujetar las costillas, sobre todo las extremas del encofrado y varias del centro. Para ello se procederá a su aplomado con toda precisi6n y se le clava un tornapuntas para su afirmado, Es fundamental, repetimos, el perfecto aplomado de estas costillas que ahora situamos, ya que en ellas se van a apoyar todas las operaciones sucesivas, Para mayor seguridad, se clave horizontalmente una tabla en la parte .superior de las costillas, que les da mayor rigidez e impide que se separen, inclinándose, del plano que forman sus aristas interiores (cara del muro).

En la figura 69 vemos una tabla de aguante de pie, o carcelilla, con dos costillas ya aplomadas y una de ellas con un tornapuntas pare erriostrarla verticalmente, También se ha dibujado una riostre horizontal en la parte superior para evitar que las costillan venzan.

Los tornapuntas van clavados por su extremo superior, como ya hemos visto, por dos clavos a la cabeza de las costillas. Por le parte inferior, que se corta en bisel, debe afianzarse bien al suelo, o también puede clavarse una tabla que ya habremos dejado recibida en el hormigón del suelo para esta misión, Si todo ello, es decir, si no se hubiera dejado previamente clavada una tabla en el hormigón para sujetar el extremo del tornapunta, también podernos obtener ese rigidez mediante el clavado de una tabla o mejor un cuadradillo. 

En la figura 70 vemos un tornapuntas cuyo pie va clavado a la tabla que previamente se ha embutido en el hormigón, y en la figura 71 vemos el caso en que no tuvimos esa previsión o nos convino mas establecer e1 triángulo de rigidez mediante un cuadradillo. En fin, en cada caso particular y según los elementos con que se cuenten, asi, dispondremos el arriostramiento de las costillas. 


Número de castillas necesarias 

No podemos dar una regla o fórmula que dé la solución a este problema. El número de costillas a disponer para que los tableros queden bien seguros ante los esfuerzos que deben soportar viene en función del espesor del muro, altura del mismo, forma de hormigonado, empujes que se suponga habrán de originarse antes de que el hormigón pueda «valerse por sí mismo», etc.

Como una regla general que ha sancionado la práctica, se suele colocar una costilla cada 60 6 70 cm. Ello es suficiente en casi la mayoría de las obras de este tipo.

En cuanto a los tornapuntas, no siempre suele ser necesario disponer uno en cada costilla. Bastará con colocar un tornapuntas cada dos o tres costillas, incluso menos. Claro que si se trata del encofrado de un muro de considerable altura y se va a hormigonar también en alturas grandes, convendrá que los tornapuntas estén más juntos para mayor refuerzo. También tendremos que disponer de mayor número de tornapuntas en el caso de tratarse de un muro grueso.

Si por economía de obra, o por otra circunstancia, la separación entre costillas fuera superior a los 70 cm, habría que procurarse alguna manera de impedir que las tablas del encofrado se alabeasen o flexionaran al recibir el empuje del hormigón, produciendo en el muro las feísimas  <<Barrigas>>, que son de un efecto deplorable y cuya corrección no es1 naturalmente, muy ortodoxa, ya que hay que andar repicando el hormigón sobrante, enluciendo después, etc. Se impone, pues, una seria vigilancia de las costillas y de los tornapuntas. Claro que todavía no hemos descrito la función que realizan los atirantados y que también impiden que los tableros se abran.

Puede sucedemos que no tengamos suficientes tablas para proceder a colocar un número de costillas que nos permita estar seguros del encofrado. 

Esto no debe importarnos demasiado si tenemos, en cambio, medias tablas o trozos de tablas de longitud suficiente para poder efectuar empalmes con ellas y obtener así las costillas que nos son necesarias
para disponer una cada 70 cm como máximo. Para ello deberemos tener en cuenta, en primer lugar, la
forma de solape que debe darse a los empalmes, y en segundo lugar, pero no por ello menos importante, el  punto del encofrado donde cae ese solape o empalme. En las figuras 72 y 73 vemos dos formas de solape. 

La primera (figura 72) no ofrece garantía alguna, por tener poca superficie de contacto. La segunda (figura 73) es más correcta, Indudablemente, cuanto mayor sea la longitud solapada, tanto mejor.

Aun en el caso de que efectuemos un buen solape, tal como se muestra en la figura 74, no por ello
deberemos darnos ya por satisfechos.

Estos solapes no deben hacerse en cualquier punto, en cualquier altura. Si se colocara entre dos carreras, ante el empuje del hormigón, servirían de bien poco. Por eso hay que situar esos empalmes <<precisamente>> a la altura de una carrera, En las figuras 74 y 75 vemos cómo debe situarse este solape.

Carreras

Van clavadas a las costillas y suelen colocarse incluso sin necesidad de colocar primero los ejiones. No obstante, siempre es más recomendable colocar primero los ejiones, ya que con ello quedan mejor situadas y apoyadas las carreras. Naturalmente, antes de comenzar el clavado de las carreras, ya se habrán puesto algunas tablas. Se dispondrá así el trabajo.

Se pondrán los ejiones de la primera hilada, dos o tres tablas del encofrado y luego ya la primera carrera, que quedará, pues, situada a corta altura del suelo. Ello es muy conveniente, por ser, precisamente, donde el encofrado sufre mayor empuje a la hora del hormigonado. Luego tomaremos el alambre de atirantar, utilizándolo, como en los casos anteriores, para sujetar los tableros y procurar que no se abran por efecto del empuje del hormigón. Este alambre de atirantar se pasa por encima de Ja última tabla de encofrado ya dispuesta (en este primer caso, sobre la tercera); se coloca a continuación la cuarta tabla, procurando (el grueso del alambre tratará de impedirlo) que ajuste bien sobre la parte superior de la tercera tabla, para lo cual se golpeará ligeramente con & martillo, y una vez ya conseguido ese acoplamiento entre ambas y el alambre, se pasa por sobre la carrera y la nueva tabla y así sucesivamente. Estos alambres de atirantar se sitúan cada metro, poco más o menos, siempre sobre las carreras. 

Las carreras suelen estar constituidas por una sola tabla, en el caso de que el empuje del hormigón y los esfuerzós a soportar no sean demasiado grandes. Por doble tabla, cuando se espere que los esfuerzos sean considerables. Si los esfuerzos son grandes, se suelen emplear cuadradillos o alfajías, de sección 10 x 10.

En cuanto a la separación entre carreras, podemos aquí repetir lo mismo que se dijo cuando hablábamos del embarrotado de los pilares; en la base del encofrado del muro, la separación entre carreras suele ser pequeña, unos 40 a 50 cm (ya vimos que la primera carrera queda a Unos 30 cm del suelo); luego, esta separación va en aumento, ya que en la parte alta el empuje va decreciendo con la altura y el empuje a soportar es menor. Por eso se llega a separaciones de 1 metro y algo más.

Como tanto las carreras como los atirantados ejercen la misma función, que es la de evitar que los tableros se separen o abran, si disponemos un gran número de atirantados podemos, a cambio de esto, disminuir la escuadría de las carreras. Pero como norma general, podemos disponer de un atirantado con alambre de unos 3 a 3,5 mm de diámetro cada 70 a 100 cm; se pondrá a 70 cm, en los casos en que estemos encofrando muros de cierta altura o de espesor considerable.

La forma de atirantado ya la vimos cuando tratamos de los pilares, es decir, se ¡es da «garrote», que equivale a decir que por la mitad del tirante se introduce una barra y se gira, de manera que al arrollarse sobre sí mismo, va disminuyendo su longitud y aproximando los tableros hasta la posición deseada.

También puede tensarse el alambre mediante el acuñado exterior. Claro que al efectuar esta operación, los tableros tienden a vencerse hacia el interior, disminuyendo su separación. Esto se evita siempre mediante la colocación de unos codales precisamente en las cercanías del atirantado. Estos codales estarán cortados a una longitud que es exactamente la anchura o espesor del muro. De esta manera, y dada la rigidez de los codales, este ancho permanece invariable.

A la hora de hormigonar, y conforme la altura del hormigón va llegando hasta los codales, éstos se estiran, ya que no deben quedar embebidos en la masa de hormigón, y además, porque ya no son necesarios, puesto que el hormigón empuja los tableros hacia afuera y los mantiene separados. En cambio, los alambres de atirantar sí que quedan embebidos en la masa de hormigón y, cuando se efectúe el encofrado, hay que tener cuidado de recortarlos bien para que no queden <<flecos>>.

Vigas maestras y borchales - Construcción.


Se llaman vigas maestras a todas las ya estudiadas y que, resumiendo, son las que apoyan en otros elementos de obra, tales como pilares, muros de fábrica, hormigón, etc. En cambio, se suelen llamar brochales a aquellas otras vigas que se apoyan en las maestras. También se les llama viguetas.

El encofrado es, pues, algo diferente a los ya descritos. 

Taller
Por lo general, los tableros que constituyen el encofrado de la viga maestra difieren poco de los que ya hemos visto en los casos anteriores. En la figura 67 vemos cómo una viga brochal «entrega» en una viga maestra.
En los tableros laterales de la viga maestra se colocará un barrote debajo de ¡a abertura de entrega, tal como ya vimos que se hacía en los apoyos de las vigas sobre los pilares, penetrando el encofrado de los brochales en el de la viga maestra. La abertura a practicar en los costeros de la viga maestra debe tener una anchura igual a la que debe tener la sección de la vigueta más dos gruesos de tabla. En cambio, la altura será igual a la que deba tener la vigueta disminuida en el grueso correspondiente a la losa de piso más un grueso de tabla, que corresponde a un grueso de fondo.

Además del barrote de fondo, clavado en el lateral del encofrado de la viga maestra, para apoyo del tablero de fondo de la viga brochal, se colocarán dos barrotes más en los laterales de la abertura de entrega, tal
como se ve en la citada figura 67. En esta misma figura se expresa la situación en que debe estar la carrera.
El encofrado de las vigas brochales no ofrece dificultad, siendo válido cuanto hasta aquí dijimos acerca de lo referente a vigas.

El encuentro de ambas vigas, como puede comprenderse, es un punto débil y por lo tanto deberá apearse con gran cuidado; para ello dispondremos de un buen puntal, que se colocará precisamente en el centro del encuentro de ambas.

La nivelación de ambas vigas también debe de hacerse con mucho cuidado, colocando las curias en la debida forma para llevar los fondos de ambos moldes al lugar exacto.

Deberá también vigilarse que al colocar las armaduras de ambas vigas, por ser algo más complicadas que en el caso sencillo de una sola viga maestra, no se hayan movido los tableros, y llevarlos de nuevo a su verdadera posición en el caso contrario.

martes, 5 de julio de 2011

Vigas acarteladas - Construcción.

Razón de las cartelas (1)
En el cálculo de las vigas se obtiene, a veces, que los esfuerzos que ha de soportar ésta en su unión al pilar, son considerables. Para absorber estos esfuerzos bastaría aumentar la sección de hierro en esas zonas «peligrosas». Pero esto no siempre es económico y se recurre a la Otra solución: acartelar la viga, con lo que se consigue aquel efecto de resistencia al aumentar la sección de hormigón, por una parte, y por otra, porque permite «alejar» la normal sección de hierro que teníamos en los redondos colocados ya en la viga, aumentando, pues, el brazo de palanca y, por lo tanto, el valor de resistencia de las armaduras frente a los esfuerzos a soportar.

Las longitudes a dar a las cartelas las da el cálculo, aunque a veces también suelen darse «a priori». Así, se toma como longitud mas corriente para la cartela, la de la décima parte de la luz entre pilares y que la pendiente de la cartela sea la de 3/1. En la figura 64 representamos una cartela.

Por tanto, la sección transversal de esta clase de vigas no es constante, sino que por las cartelas sufre una variación en su fondo.


Taller

La preparación de tableros no ofrece dificultades. Podemos obtener los acartelamientos según mejor podamos disponer de la madera en almacén, o bien cortando las tablas para darle la forma necesaria, tal como representamos en la figura 65, que tiene el inconveniente de estropear madera sin posible recuperación.

La otra solución consiste en añadir tablas en la parte acartelada, sin aserrar, sobre las cuales se clavarán, en la posición debida, las de fondo de la cartela (figura 66). Esta solución tiene a su vez el inconveniente de emplear madera en mayor cantidad de la necesaria, pero ésta no se estropea ni se desperdicia.

El resto de las características es idéntico a cuantas hemos descrito para los tableros laterales de las vigas. Se tendrá presente el darle a estos tableros laterales la anchura necesaria para que, además de la altura de la viga, queden comprendidos en ellos el tablero de fondo con sus barrotes y, si las hay, las tablas de aguante. 
Es corriente marcar sobre los tableros laterales las líneas que limitan la superficie inferior de la viga y se traza también la línea paralela a la distancia, que da un grueso de tabla más la de los barrotes, todo ello correspondiente al tablero de fondo.

La preparación de este tablero se efectúa, corrientemente, de la forma siguiente:

1.º Prepararemos las tablas correspondientes al tablero como si no existiese la cartela, es decir, como un caso de viga de sección igual. Se monta embarrotándolo con varios barrotes, pero no con su totalidad.
2,° Por la cara embarrotada se marca la línea extremo de la viga, es decir, donde da comienzo la cartela.
3° Se marca con la sierra, sin profundizar en la tabla en exceso.
4.° Con la azuela se hace una muesca inclinada del lado donde queda la cartela.
5.º  Se dobla la porción de tablero correspondiente a la cartela, obteniendo ya ésta completamente.

Es, como puede imaginarse, una operación que requiere alguna habilidad, pero no vaya a creerse que es muy difícil de conseguir.

Naturalmente, también se puede formar por piezas la cartela y su viga, pero queda menos perfecta. Todo consiste en sendos tableros medidos cuidadosamente y acoplados con habilidad.

Para mayor seguridad, se suele colocar un embarrotado formado por dos barrotes, en el lugar donde se inicia el quiebro de la cartela, uno en cada lado de ese quiebro, es decir, uno en cada lado o tablero.

lunes, 4 de julio de 2011

Encuentro de vigas.


Esquinas
En el caso que aquí vamos a describir, suponemos que el encuentro de las dos vigas que forman la esquina, están en voladizo, es decir, sin apoyar en la mencionada esquina en pilar alguno, ya que si así fuese, no habría problema especial alguno. Se trataría simplemente de dos vigas de fachada que descansan sobre un mismo pilar.

En la figura 61 representamos una esquina en vigas de voladizo. Los tableros no presentan novedad alguna sobre los ya descritos anteriormente. Se tendrá en cuenta, en cambio, que las carreras y las tablas de aguante no tendrán La misma longitud que los tableros, sino que sobresaldrán Jo necesario para que se puedan asentar sobre estas piezas las tablas que sirven de aguante y sujeción vertical de la citada esquina, las que van clavadas a las carreras. 




La única variación sensible consiste en los tableros de fondo, ya que en nuestro caso presente se encuentran los planos que lo constituyen a un mismo nivel. Por tanto, este encuentro de ambos tableros puede hacerse:

a) Con un tablero «corto» y otro «largo». Uno de los tableros de fondo cubre toda la esquina y en cambio, el otro, no llega al vértice, siendo la distancia que aún le falta, la del ancho del otro tablero. Este tipo de fondo se llama junta de borde y testa. En la figura 62 se muestra un encuentro de este tipo.

b) Con ambos tableros encontrándose en cada punto, formando, pues, su junta, una línea diagonal que une Los dos vértices de los tableros. En la figura 63 mostramos un tipo de encuentro con junta a inglete.

Describiremos las características que nos puedan interesar de estos das tipos de encuentros.

En la preparación de los tableros de fondo para una junta a «borde y testa» no hay que tener más precaución que darle la debida longitud a cada tabla, para que su encuentro en la junta sea lo más perfecto posible. En el apuntalamiento de estos fondos hay que colocar una sopanda  precisamente debajo de la junta y cruzándose con ésta, y aproximadamente por la mitad de la longitud de la junta, otra sopanda. Se apearán estas dos sopandas, apoyándose en el cruce de ambas, con un puntal, y desde los extremos de las sopandas pondremos jabalcones al puntal, para arriostrar aquéllas.

En la preparación de los tableros de fondo para una junta a «inglete se debe tener muy en cuenta el asserrado en diagonal de las tablas para que luego unan perfectamente. Si las dos vigas tienen el mismo ancho, caso que será el más frecuente, el ángulo de corte es el de 45 grados y podremos replantearlo y aserrarlo perfectamente.

Para el apuntalamiento de una junta de este tipo, basta con situar una sola sopanda a todo lo largo de dicha unión.

Estas dos son las dos uniones mas corrientes que se efectúan. Puede hacerse, no obstante, otros tipos de juntas que, por sencillas, se resolverán sin dificultad.

viernes, 1 de julio de 2011

Viga Interior - Construcción.


Por lo general, una viga interior se caracteriza por tener que soportar la losa del piso superior por ambos costados, a diferencia de las vigas de fachada, que sólo tenían la losa por la parte interior.

Tableros laterales

En este caso, figura 60, en que se muestra una viga interior, los dos tableros laterales son iguales, y su altura será la de la viga, disminuida en la altura de la losa y aumentada en un grosor de tabla, que corresponde al tablero de fondo.

Tablero de fondo
En este caso de las vigas interiores, el tablero no difiere absolutamente en nada del ya descrito para el caso de vigas de fachada.

Taller
Podemos repetir aquí cuanto ya dijimos sobre el montaje de tableros en taller de los moldes para vigas de fachada, de manera que el lector debe recordar cuanto en aquella ocasión dijimos.

Puesta en obra
También es idéntica la puesta en obra de los tableros en el caso presente.

jueves, 30 de junio de 2011

Viga de fachada en la construcción.

Como es lógico, esta clase de vigas tienen por característica la de tener por uno de sus lados los muros de fachada que cierran el edificio, y por el otro reciben la carga de la losa del suelo del piso alto.


Al estar esta viga al exterior, los dos tableros laterales tendrán diferente altura, ya que por la parte de la fachada hay que dar molde a toda la altura de la viga, por lo tanto, el tablero correspondiente tendrá por altura total ¡a de la viga más un grueso de tabla, correspondiente al que tiene el tablero de fondo. En cambio, el tablero interior acaba en el encofrado de la losa. Su altura será, pues, aquella que resulte de disminuir a la altura de la viga el grosor de la losa más un grueso de tabla, que es el de fondo. En la figura 58 vemos la disposición de una viga de este tipo. 


Taller

El tablero exterior, que es el de mayor altura, se ve libre de la losa, por lo que su construcción es corriente. 

Los barrotes deben de llegar al extremo más alto del tablero, Los barrotes extremos no se clavarán en los extremos del tablero, sino a una distancia de ellos que corresponda a un grueso de tabla, ya que el encofrado de las vigas, como sabemos, se apoya en el de los pilares. En el caso, también muy corriente, de que se encofre la viga después de haber desencofrado el pilar, la longitud total de los tableros sí que será la luz libre o distancia entre las caras más próximas de dos tableros consecutivos.

Lo común es que el montaje de los tableros no se efectúe a pie de obra. Para poder transportarlos con seguridad, es siempre conveniente que la clavazón sea firme.

Es corriente dar a los barrotes una separación comprendida entre los 50 y 60 cm, ya que han de soportar el empuje que el hormigón ejercerá sobre los tableros laterales, Estos barrotes suelen tener una escuadría de
50 mm por 25.

Para el tablero inferior, además de las consideraciones antedichas, teniendo en cuenta que la altura viene disminuida respecto al tablero exterior en la altura de la losa del piso, hay que tener las siguientes:

Como en estos tableros apoyan los encofrados de la Tosa, hay que disponer de una tabla horizontal, clavada a los barrotes, que se llama carrera. Generalmente, en planta, los pilares no suelen estar distribuidos según los vértices de un cuadrado, o dicho de otro modo, la losa que apoya sobre cuatro pilares no es un cuadrado, sino un rectángulo. El encofrado correspondiente a este trozo de lasa llevará fas tablas según la mayor dimensión y, como es lógico, los barrotes o costillas que refuerzan dichos tableros, irán perpendiculares a ellos, es decir, en el sentido de la menor dimensión del rectángulo. Por lo tanto, esto habrá de tenerse en cuenta a la hora de clavar el tablero lateral interior del encofrado de la vida de fachada de fa carrera correspondiente. Si se trata de la viga que corresponde al lado menor del rectángulo, entonces la carrera se sitúa a unos 2,5 cm (o sea un grueso de tabla) por debajo del borde superior del tablero de ¡a viga, ya que allí se apoyará el tablero de la lasa. Si estamos en el caso de pertenecer la viga en cuestión, a la parte de ¡a mayor dimensión del rectángulo, entonces la carrera debe clavarse a una distancia del borde superior del tablero lateral del encofrado de la viga, que es la suma de un grueso de tabla más lo que corresponda al ancho de los barrotes o costillas del encofrado de la losa. Esta carrera se clavará en el taller, no en el momento de poner el encofrado en obra.
El tablero de fondo tiene la misma longitud que los tableros laterales, salvo en el caso de que existan cartelas, en cuyo caso llegarán hasta el arranque de éstas. La cartela es una solución de continuidad de la viga en las proximidades del apoyo con los pilares y sus dimensiones vienen dadas por el cálculo.

La anchura del tablero de fondo es la misma que la que tiene la viga de hormigón, ya que, como hemos dicho y se ha mostrado en la figura 57, el encofrado de fondo va clavado entre Tos tableros laterales.
El embarrotado de estos tableros de fondo, para poderse apoyar a los laterales y con ello dar mayor consistencia al encofrado, suelen tener una longitud igual a la anchura cíe la vida más dos gruesos cíe tabla. 

Este grueso de tabla, saliendo por cada lado del tablero de fondo, facilita grandemente el montaje de la totalidad del encofrado. Pero como ya decimos, esos salientes son para «apoyar los laterales, es decir, que no se clavarán, ya que con ello se dificultaría enormemente la operación de desencofrado. El desencofrado de las vigas no sigue el mismo proceso que el de los pilares. En éstos se quitan los tableros todos a la vez, al cabo del plazo fijado para ello y que depende en gran manera de la temperatura ambiente. En cambio, en las vigas, se desencofran primero los laterales (esta operación puede incluso realizarse pasadas veinticuatro horas, cuando e! clima es caluroso) y, en cambio, los fondos de las vigas deben todavía continuar muchos días más. Por ello sería fatal clavar los fondos por medio de los salientes de sus barrotes a los laterales, sino los laterales a los tondos.

Puesta en obra

Lo usual es que en primer lugar se coloque en obra el tablero de fondo. Para ello es imprescindible haber dispuesto todo el material auxiliar necesario, tal como los puntales de apeo, las tablas llamadas sopandas y que son sobre las que se apoya el tablero de fondo. Este tablero se apoya en sus extremos sobre el encofrado de los pilares, si están todavía, o sobre un puntal adosado al pilar, cuya sopanda está situada a la altura conveniente, para que al apoyar el tablero de fondo, quede éste debidamente.

También puede armarse el molde fuera de la obra, para lo cual es necesario colocar unos codales que aseguren la correcta forma del encofrado. Estos codales se quitan una vez ya asegurado el encofrado en obra. 


Asentado el tablero de fondo en los dos apoyos extremos, se procede a colocar los puntales (que suelen estar constituidos por unos rollizos o troncos de escaso diámetro, de unos 12 a 8 cm de diámetro) con las correspondientes sopandas (en la parte inferior de la figura 60 vemos un puntal con su sopanda) y que son las que realmente tienen a su cargo el mantener horizontal el tablero de fondo, y después se procede a colocar los tableros laterales.

El tablero lateral exterior se arriostra, tal como se muestra en la figura 59, clavando unos tornapuntas a la cabeza de las sopandas, y evitando el deslizamiento de dicho tornapuntas mediante una tabla de tope o de aguante. También se puede clavar dicho tornapuntas al extremo de la sopanda.

Las sopandas están aseguradas con dos jabalcones, que al triangular la figura le da mayor consistencia. La longitud de estas sopandas es la suficiente para sobresalir del tablero de fondo con el fin de poder clavar en ella los tornapuntas con la debida garantía.

Para la buena marcha del apuntalamiento, los rollizos tendrán una altura un poco inferior a la que tiene e! pilar (es decir, hasta e! tablero de fondo), disminuida en los gruesos de tabla correspondientes a las sopandas y a ¡as tablas que se colocan al pie para dar un apoyo firme, plano y horizontal. Además, para lograr un perfecto apoyo, se dispondrán cuñas para llevar el tablero de fondo a su sitio exacto.

El número de rollizos o puntales a colocar depende de varios factores, tales como dimensiones de la viga a hormigonar, peso que va a soportar durante el hormigonado, etc. Téngase muy en cuenta que hasta que la viga no esté en condiciones de «valerse por sí misma y de soportar las cargas que incidan sobre ella en las restantes fases de la obra, son los puntales los que deben sufrir todos los esfuerzos. Por lo general, se suelen colocar los rollizos separados de 60 a 70 cm, aunque ya decimos que ello depende de los factores antedichos.

Podría, incluso, calcularse el número de rollizos necesarios de la siguiente manera:

Conocida la sección de la viga a hormigonar, su longitud, etc., se calcula el peso de la misma. También se determina el peso del molde y de las demás cargas que va a soportar la viga durante todo e! proceso de hormigonado hasta su desencofrado.

Así llegamos a determinar el peso o carga por metro lineal de viga encofrada. Suponiendo como cifra de seguridad, que el centímetro cuadrado de sección de rollizo soporta 40 kg, podemos deducir la sección necesaria de aquéllos a colocar en puntales y su separación.

En la base del puntal se colocan las tablas o tablones que den a aquéllos, no sólo una base regular, sino un reparto al terreno de las cargas que soportan. Si no fuera así, el puntal se clavaría en el suelo (en el caso en que éste no fuera de hormigón o resistente). Entre estas zapatas y el puntal, se colocarán las cuñas precisas para llevar a su posición los puntales. Una vez conseguido esto, y para evitar deslizamientos producidos por cualquier causa, se clavarán ligeramente las cuñas a las zapatas, pero sin llevar a fondo los clavos, ya que ello dificultaría la operación inversa de desencofrar.

Seguridad en los puntales

Naturalmente, deberán rechazarse todos los puntales que no estén bien derechos, ya que por ser piezas esbeltas pueden flexionar bajo la carga recibida. Para evitar esto, incluso en los rollizos más derechos, cuando la altura es considerable, es necesario arriostrar debidamente los puntales. Para ello es suficiente que se claven a media altura tablas, de manera que unan cada rollizo con el más próximo, tanto en el sentido de la misma viga a que pertenecen como apeos, como en el sentido perpendicular con la viga siguiente. Con este modo de arriostrar los puntales, no habrá forma de que pandeen y peligre el encofrado.

Y ya que hablamos de puntales para apeos de vigas a considerable altura, conviene recordar que no siempre encontraremos puntales adecuados para esa altura, o que ya tengamos en obra otros puntales más cortos por cualquier circunstancia. Se pueden aprovechar éstos mediante un empalme eficaz, que nos permita alcanzar la altura deseada sin que por ello se pierda resistencia en el apeo. Desde luego, hay que evitar que todos, absolutamente todos los puntales sean empalmados. Por lo menos, deberemos emplear de un sesenta a un setenta por ciento de puntales enteros y el resto pueden ser empalmados.

El empalme debe hacerse en un extremo, es decir, utilizando un rollizo que tenga una longitud igual o superior a los dos tercios de la total a conseguir, ya que el pandeo viene a producirse por la parte central. No hay, pues, que empalmar dos trozos de rollizo iguales, sino, como mínimo, que uno tenga el doble de la longitud que el otro. Con ello ya nos salimos fuera de la zona peligrosa.

En el empalme se cortarán dos caras bien lisas, para que asienten bien una sobre la otra, y este corte se dará perpendicularmente a la longitud del rollizo, para evitar deslizamientos. Luego con dos tablillas se procede al clavado y unión de los dos trozos de rollizo.

A veces, y para mayor seguridad, se colocarán cruces de San Andrés, arriostrando los puntales y tornapuntas. Los primeros para mantener los puntales en el plano vertical que pasa por la viga apeada y las segundas para evitar deslizamientos de puntales, caídas, etc.

Estas vigas de fachada que acabamos de describir deberán de cuidarse mucho, ya que es delicada su construcción por las especiales características que reúnen. 


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