jueves, 17 de marzo de 2011

Encofrados en las Cimentaciones.


Aunque a  simple vista sea una paradoja, muchas veces nos hemos visto obligados  a  encofrar  parte o  toda de  una cimentación.

No  siempre   los  terrenos  son  sensiblemente  horizontales,   sino  que,  por el  contrario,  presentan  pequeñas  ondulaciones,  donde  no  merece  la  pena realizar una cimentación  escalonada, y es entonces cuando,  para continuar el nivel de la cimentación, se impone el encofrado.

 Figura 97

En   las  figuras  97  y  98  se  muestra  un  ejemplo  de  lo  dicho,  para  cuya orientación   suele bastar  con unos cuantos  tableros  y, si acaso, algún  tornapunta, ya que el  propio  terreno  hará   las  veces  del mismo.

Como  norma  general  para   la  preparación  de  los  tableros,  diremos  que los barrotes extremos de los mismos no se  disponen  a   ras de los  extremos de las  tablas, sino remitidos en un espesor de tabla. Todas las  cruces de  barrotes extremos y tablas  se  asegurarán con dos clavos, los de barrotes  intermedios,  con un  solo clavo. Los clavos se colocarán  de modo que la distancia al  borde  de  la   tabla   en  dirección  a la  fibra   sea  por  lo menos de 10 diámetros  del  clavo  y   transversalmente  a  la  fibra  de  5  diámetros.   

Con  esto  no sólo   trata  de  evitarse  que  se   raje  la  madera,  sino  que   también   se  procura buen asiento a las  cabezas de  los clavos y, por lo tanto, eficacia estática. Si un  clavo  se  encuentra  muy  cerca  de   la   testa  de  la  tabla,  un  esfuerzo  de tracción en sentido de la fibra no encontraría  resistencia  delante del clavo y se abriría  la madera. Por eso dejando  por lo menos 10 diámetros  al final de la  tabla,  se  tendrá  madera suficiente  para  oponer  resistencia al esfuerzo  de

 Figura 98


cortadura ejercido por el clavo. El consejo de situar el clavo a 5 diámetros al borde  de la  tabla en  sentido vertical  a la  fibra, lo  justificamos porque  un clavo es como una  cuña que tiende a separar las fibras de la madera y para que quede fuera  es necesario  que  encuentre en  la  tabla  la  resistencia suficiente. Tampoco los clavos deben clavarse muy próximos entre sí,  pues cada uno  de  ellos  acentuará  en  este  caso  el  efecto de  cuña  de  su  compañero corriendo el  riesgo  de  hendir   la  madera  o  de  que  los  clavos  no  queden firmes  y  asegurados.

Dado el caso anterior de cimentación, con las indicaciones  que acabamos de dar  sobre la confección  de   tableros,  realizaremos las  mismas,  para  uso repetido, con arreglo a la  figura 90. 

 Figura 99


También  puede   suceder  que  para  alcanzar   la  cota  que  nos   indique  el plano  de  cimentación,  ésta  ((salgan  fuera  de  la   rasante del  terreno  y entonces  el encofrado se hace  un  poco más complicado en cuanto a su  arriostramiento se refiere y que estudiaremos seguidamente.
Como las   tablas de los   tableros  resultan   fatigadas por   flexión y  los  barrotes son  los destinados  a recibir  el   empuje, es  decir  a  impedir  la flexión de las  tablas, es preciso elegir la distancia del embarrotado de acuerdo con los esfuerzos que se presenten  y cuya distancia  límite debe ser  la de 60 cm.

Figura 100

También  en  principio,  obtendremos  un  ahorro  notable  en  la  clavazón si disponemos el embarrotado de los tableros de forma que éstos se hinquen en  el   terreno (fig. 100). Se   aseguran  sólo   con  un  clavo  a   la   tabla  superior del   tablero  y,  circunstancialmente,  a  alguna  tabla que no siente bien  para evitar escapes de hormigón e imperfecciones en los paramentos.

Hay muchas maneras de arriostrar  los encofrados, pero la que a nuestro juicio   es   la  más   conveniente,  tanto en  el orden   técnico como  en  el económico, es  la   representada  en   la  figura 101.

Las   correas  las  haremos  con  cuadradillo  de  10x10 cm;  éstas  tienen por  objeto  absorber  más  aún  el  empuje  a  flexión,  ya que  suponemos  una cimentación de alguna importancia. 

Cada 80 centímetros  longitudinales, dispondremos de latiguillos con hierro  de  0 5 mm  (estos  Iatiguillos, una vez  desencofrados,  se  cortarán  a  ras del  hormigón,  aunque hay  también  quien    acostumbra  a  doblar  el  hierro sobrante  con  el  que  el  elemento  adquiere  algo  más  de  consistencia)   que terminaremos  de  tensar mediante cuñas. 

A  excepción   de   las  carreras   y  estacas,  se   puede   utilizar   tabla   de 10'5 x  25  centímetros. 

Los  codales, que en   realidad no  son  más  que escotillones  con  el ancho exacto  de  lo  que  ha de ser  la cimentación  y que hay que  ir quitando a medida que avanza el  relleno  de cimientos,  los fijaremos provisionalmente con


 Figura 101

clavos  sin  embutirlos   totalmente  en  la  madera  para  su  fácil extracción.

Dando a las  tablas  un filo de sierra en su mitad obtendremos   los codales. 

La  longitud  de los  tornapuntas depende de  la altura  de  los  cimientos y de la distancia de las estacas a los tableros. El tornapuntas  debe quedar con inclinación de 45  a 60 grados y su  pie clavado en  un  costado  de la  estaca. 

Para completar la rigidez o el arriostramiento del tornapuntas es preciso triangular  la  unión con  una  solera o riostra. Esta es una pieza horizontal  o muy  inclinada  que  va  del  pie del   tornapuntas  a   la  base  del  barrote  y  va clavada  a  la  estaca.  Nunca  se  clavará  el   tornapuntas  y  la  solera  al  mismo lado  de  la  estaca,  sino  uno por  la derecha  y otro por  la  izquierda, con objeto  de  que  la  estaca  trabe  mejor.  Disponiendo  los  tornapuntas  de  estemodo  y  colocando  bien  las  carreras  y  latiguillos,  se  obtendrán  encofrados con  estabilidad  perfecta.

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