martes, 29 de marzo de 2011

Lesiones de Cimientos: Averiguar la Causa de un Asiento.

Lo difícil que resulta averiguar la causa de un asiento lo pude comprobar no hace mucho tiempo. Por un reconocimiento que se hicieron, jamás pudimos averiguar las causas que mediaron para que los pilares de la fachada lateral de un edificio destinado a almacén, recién construido, se desplazarán de su base un par de centímetros. Y sin embargo, todo estaba perfectamente: cimentación, terreno, armaduras... pero la grieta resultante estaba allí (más ancha de abajo que de arriba).

Figura 155

El edificio en cuestión, de estructura de hormigón armado, estaba construido con pilares de 4’20 metros de altura, distribuidos cada 4 metros eje, coronados por una viga cadena para apoyo de la cubierta (fig. 155).
La cimentación de 200 Kg de cemento portland, se apoyaba directamente sobre un estrato de roca dura, cuyo previo reconocimiento nos dio un espesor de 2’50 metros repartidos y sensiblemente horizontal. De la construcción doy fe que fue esmeradísima, pues personalmente atendí el último detalle, cosa que me fue posible dado lo reducido de la obra. No cabía pensar más que en un seísmo, pero en este caso, ¿cómo fue posible que este lateral lo acusara y el resto de la construcción no?

Pero la segunda parte fue más exasperante todavía. Parece lógico que si el paramento afectado se pica, se limpia, se riega abundantemente o mejor aún se enlecha con cemento puro, y se enfosca, la grieta no vuelve a surgir; pero en nuestro caso las cosas sucedieron de otro modo. Por tres veces se repitió la operación y por tres veces la grieta se manifestó aunque sin tanta violencia como al principio. Sospechando que los pilares continuaran en movimiento, se colocaron dos o tres <<chivatos>> (testigos), los que al cabo de cierto tiempo permanecieron intactos. Una prueba más y la grieta volvió a salir culebreando por el muro.

Se consultaron textos, técnicos; todos daban el remedio conocido y hubo hasta quien dijo que, al producirse la dilatación, la grieta no sería posible taparla nunca. Pero como aquello sí pertenecía a mi oficio, apuré el último recurso. De la capital de provincia hice traer una malla exagonal, de las que se utilizan para parque de gallinero; la que, después de picar el enfoscado en una zona de un metro de ancho a uno y otro lado de la grieta, coloqué bien tirante y sujetada por puntas: posteriormente enfosqué de forma que el mortero se proyectara contra la grieta lo más violentamente posible (fig. 156). Después de esto se fratasé, pintó y esperamos. A los tres meses no había ni huella de la grieta. 

Figura 156

Hoy ha pasado mucho tiempo de aquello y el almacén de «pilares torcidos», continúa en la misma posición que lo dejamos, y es que los edificios también tienen derecho de salir triunfantes con su misterio.

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