sábado, 26 de febrero de 2011

Reconocimiento y ensayo del Terreno para la Cimentación.

A veces, a la cimentación  de  un edificio  no se le concede  la importancia que  merece. 

Una obra  no sólo se  compone  de  materiales  y mano de  obra, sino  también  de  disgustos  y  la  práctica  diaria  nos  enseña  que  es  posible ahorrarse  una  gran  parte  de  ellos si  realizamos  con  esmero la  cimentación del edificio  encomendado.  Es  necesario  estar  alerta  y  reconocer el  terreno en  profundidad,  especialmente  en aquellos  puntos  en  que  se  concentran las mayores cargas, pues a menudo se presentan  estratos de terrenos, firmes por  su  naturaleza,  pero  de  escaso  espesor  que  cubren  bolsas  huecas  o  de resistencia  nula,  cuyo  desconocimiento  nos  puede  conducir  a  lamentables fracasos.


En  efecto,  si  tenemos  un  terreno  de  firmeza  aparente,  pero  que en  su  interior oculta bolsas  como las de la figura 1, forzosamente tendrá que producirse la  catástrofe, o cuando  menos  grietas y  fisuras peligrosas que  más tarde o más  temprano darán al  traste con  la estabilidad  de la construcción, sino se  recurre a  inyecciones  y recalces,  operaciones  que  generalmente podrán evitarse-si  desde el  principio se  observan  las  precauciones  necesarias.

Para  prever  esta  posible circunstancia, conocemos un sistema que  podemos  asegurar nos ha  dado en  la  práctica óptimos  resultados.

El  procedimiento  se  basa  en  una  propiedad  física  que  trataremos  de  explicar:

Si  un  cuerpo  pesado  cae  en  tierra  con  alguna  violencia,  la  zona  inmediata al choque percibirá  una sacudida cuya onda será mayor cuanto  menor sea la  capacidad  de  resistencia  del  terreno  a  ensayar.   

Basándonos  en  este principio,  un  cubo lleno  de  agua  y  un  pisón  corriente nos ayudará  a saber con qué clases de  terreno hemos  de  tratar, si el citado cubo lo depositamos en   el  suelo,  una vez  realizada  la excavación  o  el  vaciado, y  a   su   alrededor apisonamos  el   terreno   repetidas  veces  con  golpes  bruscos  y  secos.


Si  se  tratara  (fig.  2)  de  terreno  compacto  y  duro,  éste  permanecería inalterable  y, por  lo  tanto,  el  agua continuaría  inmóvil;  pero  si  por el  contrario (fig. 3)   se   trata  de  un  terreno  poco consistente  y, más aún, si contuviera  concavidades,  la  onda  expansiva   se  transmitiría  al  cubo  y  el  agua se  pondría en  movimiento, al   igual  que  cuando  arrojamos  una  piedra  a  un  estanque.

De   lo  que  se  deduce  que  incluso  cuando  se  va  a  cimentar  sobre   roca es  preciso  identificar  el   terreno,  desenmascarar10  para  conseguir  seguridad y   firmeza  en   la  construcción.

Reconocido  el  terreno,  es  muy  conveniente  saber  su  resistencia.  Para lo cual  presentamos otro  procedimiento  práctico  y  al  alcance  de  cualquier operario  de  una  obra. Consiste  (fig.  4) en colocar sobre  el   terreno a  examinar,  un  soporte  de sección  conocida   (por ejemplo, un  tablón  B) y una carga determinada  A. Este ensayo deberá aplicarse sobre el  terreno recientemente excavado o  vaciado  y sin  apisonar.  Para conocer  la  resistencia  aproximada del  terreno   a  la  compresión, dividiremos   la carga  A,  expresada   en  Kg.  por la  sección  B  del  tablón,  expresada  en  cm'.  Por  ejemplo,   si  el  canto del 
tablón  es  de  20  x 5   cm. = 100 cm2   y la  carga que se  coloca  es  de 500  Kg, tendremos:

A     500 
-- =  --       = 5  Kg/cm2
B     100


Esta  carga no deberá  dejar  en  el terreno  más que una ligera  huella,  del orden de 1 a 2 mm., del primer asentamiento por cortadura en el suelo, producida  por  las  aristas  del  tablón,  para  que  pueda  considerarse  admisible.

La  forma práctica  de  realizar  este  ensayo  es  cargar  el  tablón  primero  con una  cierta  carga,  por  ejemplo  200  Kg,  dejarlo  cargado  24  horas,  retirar  la carga  y  comprobar  si  el  tablón  se  ha  hundido en  el  suelo;  volverlo  a  cargar  con  una  carga  mayor  de  300,  400  Kg, e  ir  repitiendo  la  carga  y descarga  para  ver el comportamiento  del terreno.  Todas estas operaciones  deben  hacerse  con  el mayor  cuidado.

Los Kg por cm que se obtengan  en el ensayo deben dividirse por 1'5  ó 2  y  tendremos la carga  que  puede  soportar  el  terreno  con  un  margen  de  seguridad  equivalente  al coeficiente  por que hemos  dividido. En el  ejemplo indicad o anteriormente,  si suponemos que  el  terreno ha empezado  a  ceder después  de  los  500  Kg  de  carga,  o  sea  después  de  estar  sometido  a  una carga  de  5 Kg  por cm 2, el  coeficiente de  trabajo obtenido  sería: 





o sea de 2'50   a  3'33  Kg/cm2.

Si  una  vez  examinado  un  terreno  podemos  agruparlo  en  una  categoría definida,  nos será  muy útil el uso de  las  tablas,  ya que éstas  nos ahorrarán tiempo  y  trabajo  en  la  investigación  de   los  kilos  que  por  cm2   soporta  un terreno.  Este estudio  preliminar  deberá  ser   lo más completo  posible,  pues una apreciación errónea sólo nos conduciría a   resultados falsos, ya que puede  darse  el  caso  de  que  la  porción  de   terreno  examinada,   tan  sólo  tenga una  remota  analogía con  el  terreno sobre  el que se quiere edificar.

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