A veces, a la cimentación de un edificio no se le concede la importancia que merece.
Una obra no sólo se compone de materiales y mano de obra, sino también de disgustos y la práctica diaria nos enseña que es posible ahorrarse una gran parte de ellos si realizamos con esmero la cimentación del edificio encomendado. Es necesario estar alerta y reconocer el terreno en profundidad, especialmente en aquellos puntos en que se concentran las mayores cargas, pues a menudo se presentan estratos de terrenos, firmes por su naturaleza, pero de escaso espesor que cubren bolsas huecas o de resistencia nula, cuyo desconocimiento nos puede conducir a lamentables fracasos.
En efecto, si tenemos un terreno de firmeza aparente, pero que en su interior oculta bolsas como las de la figura 1, forzosamente tendrá que producirse la catástrofe, o cuando menos grietas y fisuras peligrosas que más tarde o más temprano darán al traste con la estabilidad de la construcción, sino se recurre a inyecciones y recalces, operaciones que generalmente podrán evitarse-si desde el principio se observan las precauciones necesarias.
Para prever esta posible circunstancia, conocemos un sistema que podemos asegurar nos ha dado en la práctica óptimos resultados.
El procedimiento se basa en una propiedad física que trataremos de explicar:
Si un cuerpo pesado cae en tierra con alguna violencia, la zona inmediata al choque percibirá una sacudida cuya onda será mayor cuanto menor sea la capacidad de resistencia del terreno a ensayar.
Basándonos en este principio, un cubo lleno de agua y un pisón corriente nos ayudará a saber con qué clases de terreno hemos de tratar, si el citado cubo lo depositamos en el suelo, una vez realizada la excavación o el vaciado, y a su alrededor apisonamos el terreno repetidas veces con golpes bruscos y secos.
Si se tratara (fig. 2) de terreno compacto y duro, éste permanecería inalterable y, por lo tanto, el agua continuaría inmóvil; pero si por el contrario (fig. 3) se trata de un terreno poco consistente y, más aún, si contuviera concavidades, la onda expansiva se transmitiría al cubo y el agua se pondría en movimiento, al igual que cuando arrojamos una piedra a un estanque.
De lo que se deduce que incluso cuando se va a cimentar sobre roca es preciso identificar el terreno, desenmascarar10 para conseguir seguridad y firmeza en la construcción.
Reconocido el terreno, es muy conveniente saber su resistencia. Para lo cual presentamos otro procedimiento práctico y al alcance de cualquier operario de una obra. Consiste (fig. 4) en colocar sobre el terreno a examinar, un soporte de sección conocida (por ejemplo, un tablón B) y una carga determinada A. Este ensayo deberá aplicarse sobre el terreno recientemente excavado o vaciado y sin apisonar. Para conocer la resistencia aproximada del terreno a la compresión, dividiremos la carga A, expresada en Kg. por la sección B del tablón, expresada en cm'. Por ejemplo, si el canto del
tablón es de 20 x 5 cm. = 100 cm2 y la carga que se coloca es de 500 Kg, tendremos:
A 500
-- = -- = 5 Kg/cm2
B 100
Esta carga no deberá dejar en el terreno más que una ligera huella, del orden de 1 a 2 mm., del primer asentamiento por cortadura en el suelo, producida por las aristas del tablón, para que pueda considerarse admisible.
La forma práctica de realizar este ensayo es cargar el tablón primero con una cierta carga, por ejemplo 200 Kg, dejarlo cargado 24 horas, retirar la carga y comprobar si el tablón se ha hundido en el suelo; volverlo a cargar con una carga mayor de 300, 400 Kg, e ir repitiendo la carga y descarga para ver el comportamiento del terreno. Todas estas operaciones deben hacerse con el mayor cuidado.
Los Kg por cm que se obtengan en el ensayo deben dividirse por 1'5 ó 2 y tendremos la carga que puede soportar el terreno con un margen de seguridad equivalente al coeficiente por que hemos dividido. En el ejemplo indicad o anteriormente, si suponemos que el terreno ha empezado a ceder después de los 500 Kg de carga, o sea después de estar sometido a una carga de 5 Kg por cm 2, el coeficiente de trabajo obtenido sería:
o sea de 2'50 a 3'33 Kg/cm2.
Si una vez examinado un terreno podemos agruparlo en una categoría definida, nos será muy útil el uso de las tablas, ya que éstas nos ahorrarán tiempo y trabajo en la investigación de los kilos que por cm2 soporta un terreno. Este estudio preliminar deberá ser lo más completo posible, pues una apreciación errónea sólo nos conduciría a resultados falsos, ya que puede darse el caso de que la porción de terreno examinada, tan sólo tenga una remota analogía con el terreno sobre el que se quiere edificar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario